El licenciado Fojaco se llevó la mano a una de sus grandes entradas de su cabello. Se veía preocupado. En la otra mano sostenía un vaso old fashioned (el vasito ese de ahí, como le dicen él y Menchaca) lleno de whiskey, aunque, como buen licenciado, lo mezcla con refresco de manzana.
“¡Carajo!”, pensó.
“¿Cómo carambas se les ocurre quitarnos lo del influyentismo, el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo? Ora’ falta que nos pidan que no repartamos dinero”, se dijo así mismo.
Y es que Fojaco, como presidente del Consejo de su partido, quiere imponer a su compadre Mechaca; ya hasta contrató a varios reporteros llamados youtubers para replicar las encuestas en las que aparece en segundo lugar; el Chapucero, el Pirata, la Rubia y el Molécula ya también han “colaborado con la democracia de su partido al criticar al licenciado Bigotes y promover esas científicas encuestas del Instituto de Ciencias Muertas y Lenguas Ocultas S.C., anexas y conexas”.
Fojaco no sabe ya cómo manipular a tanto burócrata, alcalde, pulquero, tlachiquero, afilador, líder cetemista, periodista matraquero y columnista con sus convocatorias “a modo” y qué modos, se dice el licenciado: “no son a modo, son con sus moditos y sus modotes”.
Si le parece ridículo leer sobre las lecciones de Fojaco y cómo se comporta en este espacio periodístico, no se espante, lo mismo ocurre en la vida diaria, en Puebla y en las otras nueve entidades en las que se juegan las gubernaturas.
Un Fojaco en cada hijo te dio
Con esas ansiedades y con esas angustias, con sus jefes de prensa como los licenciados Manubrios que se soban ambas manos a la hora de mandar a sus gatilleros en X (antes Twitter) porque piensan que desde ahí se hará la elección, que los periodistas serán los que impongan candidatos o generen percepción entre los millones de votantes.
A nivel local se comporta igual como cuando López Zavala contendió contra Rafael Moreno Valle en 2010.
No es por nada, pero lo que vemos ahora en Morena es como lo que se vivía en el México de mediados del Siglo XX. Un presidencialismo metaconstitucional. Los diputados federales pero sobre todo los locales se convirtieron en porristas, matraqueros, confiteros (por aquello del confeti), especialistas en bailar con mechudos, pompones, bastoneros y panderos.
Si los vieran cómo gritan el: “¡Menchaca, gobernador!, ¡Menchaca, gobernador”, mientras Fojaco les mueve la batuta, van de lo ridículo a lo más sublime de la palabra ridículo.
Lo mismo pasa con los periodistas, quienes, en su afán de asegurar el contrato y quedar bien, dejaron a un lado la información y sólo traducen lo que ocurre en la política como si ellos también fueran parte del equipo de campaña. Su decodificación de los mensajes resulta por demás reduccionista y tendenciosa.
Cierto, la prensa es parte del sistema político, pero algunos actúan más como voceros que como reporteros y sus análisis sólo se basan en lo que se transmite en las cuentas de X (antes Twitter).
¿Cuándo la prensa local se echó a perder? Cuando todos se convirtieron en directores y dejaron de informar.
Cuando los dueños se apostaron por cobrar y flotar.
Cuando todos se convirtieron en columnistas.