El 12 de julio de 1998, Álvaro Noboa, hijo de Don Luis Noboa – un hombre hecho a sí mismo y quien a su muerte dejaba tras de sí una fortuna valorada en mil 200 millones de dólares –, había organizado una fiesta en los patios de su empresa exportadora de plátano para celebrar su eminente victoria como candidato a presidente de Ecuador.
La historia, sin embargo, fue diferente.
A las 5 de la tarde se anunció la victoria de su oponente, Jamil Mahuad, por apenas 100 mil votos. Álvaro – relatan las crónicas de la época – estalló en furia. No sería, sin embargo, la única vez. Le sucederían cuatro derrotas más en su búsqueda a la presidencia de la República de Ecuador, la cual finalmente fue alcanzada por otro Noboa, su hijo; Daniel, quien este año 2024, a sus 37 años, se convirtió en el presidente más joven de la historia de ecuador y por fin, logró cristalizar el tan anhelado sueño de su padre.
Hasta aquí la breve reseña familiar, con el objeto de comprender, sólo en parte, el exabrupto diplomático que actualmente tiene en un impasse diplomático a México y a Ecuador.
De Daniel Noboa, se decía en Ecuador, que su ego era tan grande como uno de sus buques. Algo de eso heredó el hijo, quien pese a ser señalado por la comunidad internacional, al violar el espacio del consulado mexicano en Ecuador, cree que actúa en una película, donde el lenguaje coloquial basta para dar por solucionada una violación al Derecho Internacional. Su última declaración fue lastimosa: invitó al presidente Andrés Manuel López Obrador a comer unos ceviches o unos tacos para dirimir el conflicto.
Es importante mencionarlo, también el Derecho Internacional no vive sus mejores tiempos. Nos encontramos ya en un mundo multipolar, con una potencia en decadencia, Estados Unidos, un gigante con quien nos une un comercio con altas posibilidades, que es China, y una Rusia que juegas sus cartas de manera estratégica. El Interregno de la Diplomacia, por decirlo de alguna manera.
El nacido en Tepetitán, Tabasco, sin embargo, continua fiel a sus principios, gusten o no, respecto al papel de México a nivel internacional. A saber, una política exterior que hemos llamado como Diplomacia del Agave y la cual parte de tres puntos:
- Fomentar la integración económica de América a partir de la autodeterminación de los pueblos
- La cooperación para el desarrollo y
- La ayuda mutua
No han sido pocas las aduanas que ha tenido que afrontar para ello. Aún más para los desafíos que en materia migratoria enfrenta el país, su apuesta, sin embargo, es firme.
Y es que el presidente, a menudo engaña con la verdad. Así los sostuvo desde los inicios de su gobierno, al establecer unos pocos vitales sobre los muchos triviales en materia de política exterior.
A diferencia del Noboa de tercera generación que llegó al poder en Ecuador, Obrador conoce que, en materia de política exterior, conviene aplicar una diplomacia suave y un efecto Boomerang. Ante la intervención ecuatoriana, hábilmente el presidente ha solicitado ante la Corte Internacional de Justicia, la suspensión de los derechos de Ecuador dentro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en tanto no haya una disculpa pública y un compromiso de no repetición.
Y es que, en palabras del mismo presidente: “lo que sucedió en Ecuador no pasaba en América Latina ni en la época de (Augusto) Pinochet; fueron a protegerse a nuestra embajada cientos de hermanos chilenos que, si lograban llegar a la embajada, se sentían a salvo. (…) No se atrevió este dictador temible a invadir nuestra embajada, como tampoco se atrevieron otros dictadores en Argentina, en Colombia, en Bolivia, entonces no queremos eso”.
A una acción, una reacción, pero estratégica o meramente coyuntural ¿Logrará el presidente su cometido?
Desde las antípodas prestaremos atención a esta diplomacia del Agave, por lo mientras para todo mal… y para todo bien también.
Por: José Ojeda Bustamante