Nerón Claudio César Augusto Germánico, mejor conocido simplemente como Nerón, fue uno de los emperadores romanos más conocidos, especialmente por la tiranía y extravagancia que le atribuían los historiadores de la época. Se dice que mientras Roma ardía, tocaba su violín, indiferente a lo que le ocurría al pueblo.

Hace unos días, un líder moderno protagonizó su propio espectáculo mientras el país que dirige desde hace poco más de medio año se encuentra también “ardiendo”. Ocurrió en Luna Park, un estadio famoso de Argentina, donde ante cerca de 7 mil personas, Javier Milei, presidente de ese país hermano, presentó su libro Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica.

Cual rockstar, Milei no dudó en tomar el micrófono ante una multitud que agotó las entradas para entonar la canción Panic Show de la banda argentina La Renga, la cual fue coreada por el público entre gritos de “¡libertad, libertad!”.

Y es que, si algo positivo tiene Milei, es que posee el valor de la autenticidad. Es él mismo, y eso entretiene a sus audiencias. Sin embargo, esto no es algo permanente. Tarde o temprano, los ciudadanos reclaman resultados, como dice una proclama que se escucha en las calles: “somos el país de las vacas, pero comemos apenas pollo”.

En nuestro país y estado, ya estamos en cierre de campaña. De aquí al próximo domingo, se avecina una tensa calma. En mi caso, como deber democrático, me tocará ser funcionario de casilla. Lejos del estruendo de lo mediático, en lo burocrático y operacional es donde se encuentran en gran parte las tuercas y tornillos de nuestra democracia.

Reflexiono sobre Milei porque, gracias a las instituciones, a reglas del juego bastante claras y confiables, un personaje como él se encuentra en el poder. 

En México también tenemos nuestros casos que encarnan este espectáculo de la política, lo que llevó, por ejemplo, a que Cuauhtémoc Blanco Bravo, gobernador con licencia de Morelos y candidato a diputado plurinominal por la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, Verde, PT), esté presente hoy en la arena política.

Nada de esto sería posible sin instituciones creíbles que garanticen la realización de elecciones libres y seguras. México lo aprendió a la mala. Es importante tenerlo presente. 

Por tanto, no es positivo deslegitimar haciendo tabula rasa sobre su efectividad. Nuestras instituciones son perfectibles, desde luego, pero justamente porque hemos aprendido que la lucha por el poder conduce al enfrentamiento violento. Por eso, en las democracias, esa pasión ha de estar controlada por dos grandiosas limitaciones: el imperio de la ley y la rendición de cuentas del gobernante.

Las naciones han progresado estableciendo sistemas eficaces que resuelvan bien los problemas, es decir, encontrando soluciones justas que intenten satisfacer todas las aspiraciones legítimas. 

En breve, una serie de instituciones relacionadas con las elecciones serán puestas a prueba. ¿En qué medida superarán el desafío?

Desde las antípodas, lo observaremos, por ahora a esperar el desenlace más anhelado de los ciudadanos, el fin de las campañas.

Por: José Ojeda Bustamante

@ojedapepe

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