Hace 14 años exactamente, Alejandro Armenta sufría la derrota más dolorosa en su carrera política como coordinador general de campaña de Javier López Zavala, quien fue aplastado por Rafael Moreno Valle, el primer panista en arrebatarle al PRI el Gobierno del estado.
Y es que, la meteórica trayectoria del hoy abanderado de Morena inició como pocos: a sus 24 años se convirtió en el edil más joven de Acatzingo, después diputado local a sus 33 años para después iniciar su carrera en la administración pública como secretario de diferentes carteras del Gobierno del estado.
Sin embargo, la historia le tenía una asignatura pendiente al oriundo de Izúcar de Matamoros.
Fue en abril de 2017 cuando Armenta Mier, de la mano de su mentor político, Ricardo Monreal, se sumó al proyecto del lopezobradorismo al participar en la firma del Acuerdo Nacional contra la Corrupción, que encabezó en ese entonces Andrés Manuel López Obrador desde el Monumento a la Revolución.
“Este es un cierre a mi ciclo político de 32 años al servicio del partido, pues la dirigencia nacional prefiere su amasiato corrupto y represor con el exgobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, que mi servicio al partido”, fueron las palabras con las que el virtual gobernador electo le puso fin a su longeva carrera en las filas del Revolucionario Institucional para embarcarse en la nave de AMLO.
Como ningún otro priista, Armenta supo dar un paso al costado justo en el momento exacto en el que el “dinosaurio” se encaminaba a la extinción.
No solo eso, el exsenador de la República saltó al vacío cuando muy pocos en Puebla se atrevían a sumarse abiertamente al proyecto nacional de López Obrador.
Ya como diputado federal de Morena, Alejandro se enfrentó como nadie a Moreno Valle y a todo su aparato político cuando todos agachaban la cabeza o sucumbían ante el tirano. Desde San Lázaro, el exedil de Acatzingo se convirtió en una piedra en el zapato para el fallecido exgobernador a quien denunció de endeudar al estado, de encabezar una red de espionaje y de su estilo intolerante y dictatorial de gobernar.
Desde su irrupción al movimiento de López Obrador, Armenta Mier se ganó a las bases del partido en el estado, además de convertirse en muy poco tiempo en uno de los baluartes más importantes de Morena en Puebla.
La consagración de Alejandro como soldado fiel de la 4T llegó durante la judicialización del proceso electoral del 2018, cuando encabezó la revuelta en el Hotel M&M al grito de guerra del Himno Nacional y con varios botones de su camisa blanca perdidos en la batalla contra los mapaches de Moreno Valle.
Su camino para cruzar el Rubicón no fue fácil.
Alejandro Armenta, en su ascenso al poder, se enemistó con Miguel Barbosa por más de dos años para luego reconciliarse en los meses previos al fallecimiento del exgobernador. Lo mismo sucedió con otros personajes como Ignacio Mier, Claudia Rivera y Fernando Manzanilla, quienes conformaron un frente para descarrilarlo de la contienda interna morenista el año pasado.
Alejandro supo imponerse a pesar de todas las trabas y la adversidad.
El año pasado, pocos eran los políticos, medios de comunicación y periodistas que lo veían como el abanderado de Morena y mucho menos ganando la gubernatura del estado.
El tiempo –sabio como lo es– demostró que sólo Alejandro Armenta garantizaba el triunfo de Morena en Puebla.
Armenta se convirtió en la locomotora, en el enganche y el chasis del tren que arrastró a todos los candidatos de Morena, desde los más conocidos hasta los menos, en esta jornada electoral del domingo.
La ola armentista en Puebla fue imparable.
Nadie como el virtual ganador de la elección al Gobierno de Puebla lo hubiera logrado.
La disciplina, la perseverancia y la tenacidad de Alejandro Armenta lo llevaron a conquistar la lucha por el poder en la entidad poblana.
El reloj de Armenta en cuenta regresiva comienza a marcar los días que le quedan a un sexenio completo.
Y sí, el talón de Alejandro Armenta no sucumbió como el de Aquiles.
Una gubernatura forjada en la disciplina, insisto.
Y bien lo mencionó el futuro gobernador de Puebla durante la operación cicatriz a inicio de año con los aspirantes fallidos: “hay que ser insistentes. Insistir una y otra vez, porque a veces no es cuando se quiere”.
Tuvieron que pasar 14 años para que Armenta concretara ese sueño que inició en el lejano 1993 en el ayuntamiento de Acatzingo.
EL PRIMER CÍRCULO DE ARMENTA
El triunfo de Alejandro Armenta también lo es el de su círculo compacto de colaboradores, quienes se mantuvieron fieles junto a él hasta en los momentos más bajos y oscuros.
En primer lugar, hay que mencionar a su esposa Ceci Arellano y a sus hijas Cecy, Cristy y a su hijo Alejandro, que fueron el pilar del abanderado de Morena durante esta campaña.
Después de su familia, otro hombre que merece mención aparte es José Luis García, quien lleva más de 20 años caminando hombro a hombro con Alejandro Armenta, quien en medio de la tormenta supo protegerlo y éste reafirmó su lealtad.
García Parra fue el gran operador político y coordinador de la campaña de Armenta.
En el equipo compacto de Alejandro también destaca Laura Artemisa García como otro punto neurálgico del candidato de Morena. La Maestra Laura fue pieza clave de la estructura de movilización y territorial de Armenta Mier.
Por último, pero no menos importante, está la dupla que dominó la agenda mediática y de redes sociales en las campañas: Javier Sánchez Galicia y José Tomé, quienes llevaron a Armenta a ganar la guerra de aire en esta elección.
Por: Gerardo Ruiz
@GerardoRuizInc