Todo un reto para gobierno y sociedad son los años venideros en temas fundamentales, como el abasto de agua. En la misma proporción que la abundante lluvia con sus consecuencias. Y en ambos casos el papel de la sociedad, del ciudadano, es preponderante. ¿Por qué lo menciono? Porque resulta muy sencillo criticar los actos de la autoridad, sin embargo, mucho de lo que pasa en el entorno también tiene que ver con el comportamiento personal.

Un ejemplo son las inundaciones de días pasados, que, en un porcentaje considerable obedecieron a drenajes tapados a causa de la basura que con absoluta irresponsabilidad la gente tira a la calle.

Lo mismo ocurre en el tema de la sequía, encontrar soluciones viables exige el concurso social coordinado con los tres niveles de gobierno.

Para abordar la crisis hídrica y mitigar sus efectos, especialmente en la producción agrícola, es imperativo implementar soluciones tanto a mediano como a largo plazo.

A mediano plazo, la tecnificación del riego, por ejemplo, es una opción, fomentar la adopción de tecnologías eficientes, como el riego por goteo y la microaspersión, que permiten un uso más racional y eficiente del agua, se convierten en una medida razonablemente viable. Otra es la reutilización de aguas residuales, a través de sistemas de tratamiento que permita su uso agrícola. Esto no solo aumenta la disponibilidad de agua, sino que también reduce la contaminación de cuerpos de agua naturales.

Para cualquiera de las medidas, educación y capacitación a los agricultores en prácticas sostenibles y uso eficiente del agua, es fundamental para cambiar hábitos y adoptar nuevas tecnologías.

A largo plazo también se requieren acciones concretas, pero especialmente, organizadas, como la gestión integrada de recursos hídricos, que incluya la protección de cuencas, la recarga artificial de acuíferos y la conservación de ecosistemas. Además de la lógica inversión en infraestructura que permita construir y mantener presas, canales de riego y sistemas de captación de agua de lluvia, para una mejor gestión y distribución del vital líquido.

A esto deben sumarse políticas públicas y regulación de su uso, orientadas a promover la conservación, pero que en la misma medida se penalice la sobreexplotación y el desperdicio. La regulación debe ser estricta y estar respaldada por un marco legal sólido.

Finalmente, está un punto del que se ha hablado mucho en Puebla en los últimos meses, la investigación y desarrollo, nuevas tecnologías que generen prácticas agrícolas sostenibles que puedan adaptarse a las condiciones específicas de cada región.

La crisis hídrica en México y Puebla es un desafío complejo que requiere una acción coordinada. La producción agrícola, vital para la economía y la seguridad alimentaria, está en juego. Implementar soluciones eficaces a mediano y largo plazo es crucial para asegurar la sostenibilidad del recurso hídrico y, con ello, el bienestar de la población y la preservación del medio ambiente. La colaboración entre el gobierno, la iniciativa privada, las organizaciones civiles y sociedad es esencial para enfrentar, pero especialmente superar, esta crisis.

Por: Jésica Baltazares

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