Durante la noche del pasado jueves se reportó el fallecimiento del editor, poeta y promotor cultural neoleonés Arnulfo Vigil en el hospital de la ciudad donde nació y residía, Montemorelos, Nuevo León. El fundador de la revista Oficio tenía 67 años.
A través de redes sociales, se corrió la voz de que la pluma de Vigil había sido puesta en reposo para siempre. La Federación Libertad de Un Pueblo A.C. fue la primera en ofrecer sus condolencias y lamentar el fallecimiento del autor de Mariposas de lámina a través de una esquela firmada por el coordinador y el señorío de la organización.
Promoción cultural
El poeta fue un faro dentro de la promoción cultural no sólo local, sino también nacional. Es probable que desde Oficio, desde las oficinas de esta revista que eran a su vez su hogar y asimismo la imprenta de la revista y el sello de la editorial que lleva el mismo nombre, haya catapultado a incontables autoras y autores de todas las edades. No por nada el catálogo del sello acumula más de 600 títulos.
Tras un atropellado intento por convertirse en sacerdote cuando adolescente, Vigil se mudó a Monterrey para estudiar filosofía en la Universidad Regiomontana y en el Instituto Superior de Occidente. Más tarde, luego de que se adentrara en el mundo del periodismo, fundó Oficio. En realidad en un par de ocasiones, pues la primera de ellas se esfumó pronto, luego de la publicación de tres números.
Apenas trascendió la noticia de su muerte, diversas personalidades de la cultura, las letras y el periodismo se pronunciaron al respecto. “El gato raro”, un periodista cultural de Monterrey, escribió:
“De madrugada entre la nada de un viaje con destino y retorno me entero de la muerte de Arnulfo Vigil, un chingon (sic), de los de antes, de los que imprimen libros y revoluciones. Un hombre con oficio. Buen viaje. Nostalgia por el punk, maestro”.
Por su parte, el escritor Pedro de Isla también le dedicó una palabras, entre las que lo nombra “todo un referente en la cultura de Nuevo León y el norte del país”.
Impacto en las letras
Su pérdida es tal para las letras y la cultura del norte del país no sólo por su trascendencia material, sino por todo aquello que fue capaz de impactar en la vida de las personas que le conocieron o acompañó durante su tránsito en tierra.
No en balde el cuentista Carlos Velázquez dice haber aprendido de él que la escritura es, ante todo, un ejercicio de la voluntad.
Este último, autor de La marrana negra de la literatura rosa, dice que la poesía de Vigil bebe de Ginsberg, Ferlinghetti y Dylan, dígase de los beatniks y de sus sucesores. Es decir: un ser contracultural.
Que, en palabras de Velázquez, contradice al intelectual de hoy en México. Es probable que sea así siempre. Nunca habrá de nueva cuenta uno igual como Arnulfo Vigil.
Gran parte de su obra puede hallarse con Mantis Editores.
Por: Demian García