La historia cuenta que Arquímedes pronunció esta palabra tras descubrir cómo medir el volumen de un cuerpo irregular. Esto le permitió resolver el problema que el rey tirano Hierón II le formuló en relación con la pureza en oro de una corona. Este hallazgo lo realizó al sumergirse en la bañera y ver el agua que se derramaba; tal fue su alegría que salió corriendo a las calles de Siracusa desnudo gritando ¡Eureka! ¡Lo he descubierto!

Cuando alguien se para frente a un nueve y del otro lado otra persona frente a un seis; estamos en el más claro ejemplo de que la verdad pertenece a ambos lados y observadores. Y que lo más correcto que podríamos afirmar aquí es: Mi punto de vista no es otra cosa que mi vista desde un punto! Ver personas  discutir por  un nueve o por un seis; desde mi punto de vista, es algo estúpido y estéril. 

Lo mismo pienso cuando veo, y no me canso de ver en las redes sociales y en los diarios de debate de los congresos federales y locales, semejantes fratricidios y discusiones ofensivas por defender a políticos y posturas de Morena, PAN, PRI, o lo que sea. Idem tratándose de religión.

¿Cuántos conflictos entre naciones, familias y personas no se resolverían con tantita humildad, conversación y perspectiva?

Desde mi punto de vista, la perspectiva no es otra cosa que la humildad de reconocer que sólo sabemos que no sabemos; y por ende, si somos intelectualmente honestos, nos moveremos hacia la conciencia y al conocimiento con un espíritu y mente abierta.

La verdad, queridos lectores, no está en ninguna postura ideológica, ni en una transformación mentirosa, ni en un libro de ciencia o religión, ni en un templo de piedra hecho por hombres. 

La verdad está tan cerca y tan lejos de nosotros; porque la verdad está más allá de lo que percibimos sólo con nuestros ojos, con nuestras manos, con nuestro gusto, con nuestro tacto o nuestro olfato. 

La verdad la podremos ver no como una luz “impresionante”, que ciega  y molesta a quien la mira; sino la podemos contemplar como una luz que no lastima, porque  nace dentro de nosotros; una luz que es tenue en medio de la penumbra que nos aqueja en estos tiempos tan aciagos, tan ruidosos y  violentos.

La verdad alumbra y cobija a quien la sigue. La verdad no es una una imposición catequética que exorciza al oyente; la verdad es una sugerencia al oído, susurra en la conciencia y hay que estar muy atentos para escucharla. 

Sólo si captamos con nuestra inteligencia y nuestra tendencia al amor y al bien, podremos dar el primer paso en la vida, que es un paso hacia adentro, hacia la verdad sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Éste  primer paso “ad intra” no nos llevará a donde queremos llegar, pero sí nos saca de donde estamos: ¡De la ignorancia!

La política brilla, el dinero brilla como el sol, las marcas de ropa nos encandilan  y los cuerpos esculpidos de los gimnasios y de las redes atraen las miradas de propios y extraños “viralizando” “corazones” y “likes”por doquier. Pero esa luz del materialismo, es una luz “gélida” que nos lastima, porque apunta sólo a las cosas y nunca a las personas. Una luz que cosifica todo.

Sabio refrán popular que reza: “No todo lo que brilla es oro”. Y es así, que como sociedad y como humanidad no dejamos de experimentar en ésta vida la desdicha y el vacío de estar rodeado de tanto y de nadie, de cosas tan baratas que cuestan tanto adquirirlas.

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