Erika González
Cuenta la leyenda que una de las grandes batallas que libra San Miguel con el diablo se da el día 28 de septiembre. De acuerdo a los relatos populares, es ese día cuando el demonio anda suelto y puede provocar grandes males, entre ellos, destruir los cultivos, y la forma de proteger, las viviendas, las posesiones y los campos productivos es a través de la colocación de cruces adornadas con flores endémicas de la región, lo que localmente se conoce como “la enflorada”.
La combinación del olor a tierra húmeda, con el aroma de las flores y del humo de las fogatas en armonía con los tonos naranjas de los atardeceres de septiembre y los rojizos campos de temporada, indican que es momento de prepararse para una de las fechas más importantes del calendario agrícola religioso de la localidad el cual comienza el 3 de mayo día de la santa cruz y culmina el 2 de noviembre con la festividad de muertos.
De acuerdo a Silverio Reyes Sarmiento, cronista de Huaquechula, desde el 26 de septiembre comienzan a arribar al zócalo de su municipio, los productores de flor de pericón que vienen desde San Francisco Xochiteopan, Atzizihuacan. Sentados en la banqueta, extienden la flor para que las familias llenen tinas de flor y las intercambien por cacahuate y ciruelas.
Desde el integrante más pequeño de la familia, hasta el más grande, recolectan todos los elementos necesarios para crear las cruces de flor que serán colocadas en los campos de cultivos.
Apenas comienzan a salir los primeros rayos del sol del 28 de septiembre, los hombres de la familia salen de la casa de la abuela para armar la estructura de las cruces con maderas que van forrando con diversas flores resaltando el pericón y miguelitos.
Estas cruces son enterradas en el centro y en cada uno de sus extremos adornando la siembra. En uno de los laterales del campo, forman un arco las milpas, por el cuál, según los relatos populares, pasará San Miguel. Si los campos son de cacahuate, ciruela o jícamas y no se puede crear el arco, se entierran las cruces cada 3 metros.
Al finalizar esta labor, echan cuetones al cielo en señal de haber terminado de enflorar los campos. Así pues todo queda listo para que por la noche del 28 para amanecer 29 den paso a San Miguel quién derramará bendiciones a los espacios que estén enflorados.
Si los campos no se enfloran, se cree que quedan desprotegidos y entonces, el diablo puede tirar los cultivos al entablar una gran batalla con San Miguel. Según algunos testimonios recopilados, han existido campos que no se enfloran y extrañamente, los vientos o el clima extremo terminan afectando específicamente éstas siembras, mientras que las enfloradas quedan intactas, por lo que no dudan que sea el diablo el culpable de ello, así que cada año procuran no dejar ningún espacio productivo sin enflorar.
“La enflorada” es una tradición en las familias Huaquechuleses que culmina con una asada de elotes en los campos y una gran convivencia familiar para disfrutar las primeras cosechas, que si son de elotes, suelen ser los más dulces.
“Imagina los colores de los campos, los olores de las flores en combinación con el petricor y el asado de los elotes. Aunque esta es una tradición que viene desde hace muchas generaciones, aún está muy arraigada al menos en esta localidad. A mi memoria llega cómo nos llevaban cargando en las mulas detrás del padrino de cruz a la comida que se da en la casa de la abuela en agradecimiento por la cosecha”, relató Silverio.