El gobierno de Brasil declaró ayer que la seguridad energética está “asegurada” y descartó reimplantar el horario de verano este año, una idea de ahorro eléctrico asomada en septiembre cuando el país sufría una sequía sin precedentes.
“Llegamos a la conclusión de que no hay necesidad de decretar el horario de verano para este periodo”, dijo el ministro de Energía y Minas, Alexandre Silveira, en una rueda de prensa.
El gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2023-2026) informó en septiembre que evaluaba adelantar los relojes, preocupado de que la peor sequía desde que comenzaron los registros, en los años 1950, y la ola de incendios provocados pudieran comprometer la operación de las centrales hidroeléctricas.
Pero Silveira afirmó que el mayor país de América Latina tiene su “seguridad energética asegurada” y apuntó al “inicio de un proceso de restablecimiento, aunque todavía muy modesto”, de la matriz hídrica.
Según el ministro, los estudios no apuntaron a un ahorro significativo de energía con el horario de verano, que busca contener el pico de consumo eléctrico entre el fin de la tarde y el inicio de la noche, cuando se reduce la energía solar y eólica, que respaldan a la vasta red hidroeléctrica.
En la práctica, la medida consiste en adelantar una hora el reloj entre octubre o noviembre y febrero.
Según Silveira, el “pico” de costo-beneficio ocurre hasta mediados de diciembre, pero este año el gobierno sólo podría implementarlo a partir de mediados de noviembre para dar oportunidad a los sectores económicos de adaptarse.
“El costo-beneficio sería muy pequeño”, afirmó el ministro, quien señaló que el asunto será nuevamente considerado en 2025 “y todos los años siguientes, en especial cuando vivimos los efectos del cambio climático severo en Brasil y el mundo”. El horario de verano fue instaurado en Brasil en 1931, pero fue suspendido en 2019.