Al pie del majestuoso volcán Popocatépetl, el municipio de Tochimilco se prepara para conmemorar el Día de Muertos con 37 altares de papel picado y uno de pan artesanal. Esta celebración, que se llevará a cabo del 28 de octubre al 2 de noviembre, es un testimonio de la riqueza cultural y el fervor de las familias que, con esmero, rinden tributo a sus seres queridos.
Cada ofrenda, que requiere una inversión aproximada de 60 mil pesos, incluye todos los insumos necesarios: desde tela y comida hasta ceras, llorones, flores y veladoras. Esta cifra no solo abarca la creación del altar, sino también la preparación de alimentos que se compartirán con los visitantes durante la festividad.
Los altares en Tochimilco se distinguen por su singularidad. Mientras que en el vecino Huaquechula predominan otras formas de ofrendar, en Tochimilco el papel picado es la pieza central que conecta a los vivos con sus raíces prehispánicas. La estructura de cada altar, organizada en tres niveles, simboliza el viaje espiritual: el primero representa el mundo terrenal, el segundo el camino adornado con flores, y el tercero el reino celestial.
Este esfuerzo ha sido reconocido a nivel estatal, con la declaratoria de Patrimonio Cultural Intangible de Puebla, otorgada en 2023. Este reconocimiento subraya la importancia de preservar y compartir estas tradiciones con las nuevas generaciones y el mundo.
El 28 de octubre también marcará el inicio de la séptima edición de la ofrenda de pan artesanal de La Ciénega. Heriberto Télez, responsable de la panadería, anticipa que este altar, elaborado con meticulosidad, contará con 50 piezas, cada una de ellas elaborada a mano durante casi 20 días de trabajo. El pan, que se convierte en arte, complementa el homenaje a los difuntos y refleja la dedicación de los panderos locales.
Así, Tochimilco se erige como un faro de tradición y memoria, donde la comunidad se une para recordar a quienes han partido. La temporada de Todos Santos se convierte en una oportunidad no solo para rendir homenaje, sino también para celebrar la identidad cultural de un pueblo que, a través de cada altar, revive sus historias y su conexión con el pasado.