Algo me dice que Morena no está haciendo su tarea. O por lo menos no ha empezado. O si ya comenzó, va muy lenta. La presidenta Claudia ha arrancado bien. Dispone de una aprobación de la opinión pública que le da confianza. Varios actores políticos fuera de su partido han externado apoyo y buenos augurios. 

Una parte de los medios otrora virulentos contra López Obrador, le ha bajado dos rayas. Algunos incluso envían señales de alineación, más por conveniencia que por convicción, pero ese es otro tema.

Ella es la presidenta y actúa como tal. Combina tacto con inteligencia. Pero una cosa es el cargo que ostenta y otra es el liderazgo. El primero se gana o se merece, el segundo se conquista y construye.

Uno de los significados del término “legitimar “ es, probar o justificar la verdad de algo. En esa etapa está arrancando ella. Tiene que probar, con sus actos cotidianos, en la forma y en el fondo, que merece el liderazgo que la elección y la ley le ha otorgado. Esto es, tiene que erigirse en líder y eso lleva su tiempo. Tiene que legitimarse, eso es un imperativo.

Pero hay una parte del aparato del poder que da la impresión que cojea: el arte de la política. Y una de las herramientas de la política es la propaganda y el trabajo de campo y de medios. Y es en esto donde no aparece aún la actividad zorruna de sus operadores políticos.

Veamos dos casos. Uno es el del debate y encausamiento de la ley ya aprobada de la reforma del poder judicial. Leí el dato (artículo de Sabina Berman) que ocho de cada diez jueces del país tienen al menos un antecedente de corrupción.

Datos como este y una abundante información sobre la añeja alianza del aparato judicial del país con la oligarquía (clase política y empresarial en conturbenio) a lo largo de muchas décadas, ofrece un flanco magnífico para explotar con fines de propaganda para apuntalar la posición del nuevo gobierno.

La lógica apunta el uso de información de esta naturaleza y otra más que el poder maneja, para ventilar por todos los canales posibles la vulnerabilidad de este actor que se antepone al gobierno federal ayer y ahora. Y es el caso que salvo en aislados espacios, no se ha visto el bombardeo desde el flanco oficialista de esta clase de recursos informativos.

Ni en el pasado reciente ni ahora se advierte un articulado manejo de comunicación política sustanciosa, fina y contundente, para allanarle el camino a las acciones del poder federal. (De paso hay que consignar, también, que más de 60 iniciativas de López Obrador fueron rechazadas o congeladas por el Poder Judicial).

Si la presidenta tiene de su lado a la opinión pública, a partir de lo que indican las sucesivas encuestas, cuesta trabajo admitir que no se advierta el trabajo de manejo de medios de los dirigentes de Morena.

Con frecuencia sólo se ven textos de discursos o posiciones en medios, con una narrativa solamente aplaudidora a Sheinbaum, plagada de lugares comunes, vacua y carente de contenido ideológico. 

Esto, tristemente, a más de uno lleva a comparar con los viejos y gastados discursos del priismo en su etapa clásica. Pareciera que muy temprano, a los liderazgos políticos de Morena debajo de la presidenta, les está resultando más cómodo afianzar y escalar en el poder, acomodarse en una zona de confort y olvidarse de su papel fundamental en este momento: construir el marco en que se ejerce el poder máximo, pavimentar el terreno, fertilizar a fondo el campo no se está haciendo.

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