No podemos menospreciar el desafío. La amenaza de aranceles de 25% a todas nuestras exportaciones a Estados Unidos y buena parte de la agenda perfilada por Donald Trump comprometen la estabilidad de los cimientos de nuestra economía.
De hacerse realidad, y si se sostienen, México podría caer en una profunda recesión y una crisis fiscal y financiera. No a mediano plazo: en 2025.
Nuestras exportaciones podrían caer 12% casi en inmediato y una contracción del PIB de más de 4%, según análisis como los de Banco Base. Para considerar el golpe, tomemos en cuenta que éstas representan más del 43% del PIB y que 80% va a Estados Unidos.
Lo peor es que podría no ser un shock pasajero, sino el comienzo de un gran retroceso y empobrecimiento: la afectación se iría ampliando a medida que se desacoplasen las cadenas de suministro bilaterales, con un efecto dominó sobre el resto de la economía.
Estas amenazas, tan tempranas y radicales, muestran que la administración Trump sí puede ir por una renegociación profunda del TMEC. Incluso con la opción de cancelarlo, aunque él mismo lo haya firmado en su primer mandato. Asimismo, que no esperará hasta 2026, año fijado para su revisión: ésta ya ha iniciado, con máxima presión y vinculación con otras prioridades de su agenda.
Es cierto que la economía estadounidense también se vería seriamente afectada. Primero, con incrementos de precios en muchos productos y servicios, y un repunte de la inflación general; luego, con menos crecimiento o incluso una recesión. Thinktanks han estimado que los aranceles podrían costarle 1.2 billones de dólares a los consumidores y una potencial reducción del PIB de mínimo 0.4% y hasta 1.5% si hay represalias arancelarias.
Sin embargo, no hay punto de comparación en la magnitud del golpe. En México podríamos estar ante una depresión económica.
Somos el principal proveedor de Estados Unidos, pero con menos del 17% del total de sus importaciones, mientras que éstas son para nosotros el 80% de las exportaciones.
Por si fuese poco, somos altamente dependientes del vecino como proveedor de insumos y productos esenciales. Más de 60% de la demanda nacional de granos básicos se cubre con importaciones y 90% proviene del país vecino. Les compramos ya cerca de 5 mil 400 millones de dólares de maíz al año. Más de 72% del gas natural que consumimos, clave en la industria y la generación de electricidad, viene de allá, y también más del 60% del abasto de gasolinas.
Y hay que considerar otras dependencias, como las remesas enviadas por paisanos, fundamentales para millones de familias y regiones enteras. Ya analistas han señalado que Trump podría amenazar con un impuesto a éstas para presionar más en su agenda comercial, migratoria o de seguridad. Es conocido su “arte de la negociación”: además de la radicalización, poniendo sobre la mesa varios temas. Pensemos que estas transferencias sumaron más de 63,300 millones de dólares en 2023.
La reducción no sólo puede darse por el gravamen, sino también por la deportación masiva de inmigrantes indocumentados con que amenaza, y hay más de 5.1 millones de mexicanos en esta condición.
Las afectaciones ya están aquí. No sólo en el tipo de cambio, reforzando al efecto del deterioro en democracia y Estado de derecho en México, con una depreciación ya de más de 20 por ciento desde nuestras elecciones de junio.
Es crucial manejar el reto de forma responsable e inteligente. Reconociendo, con realismo y pragmatismo, la tremenda asimetría en la relación bilateral, pero también usando inteligentemente nuestras mejores cartas para actuar y negociar, menos que las que tiene la contraparte, pero para nada irrelevantes. Suficientes para llevarnos a buen puerto.