La crisis política en Corea del Sur escaló tras la confrontación entre el presidente Yoon Suk Yeol y las autoridades que investigan su presunta insurrección. El conflicto se desató luego de que la guardia presidencial bloqueara un registro en sus oficinas, parte de una investigación sobre su controvertida declaración de ley marcial.

El pasado 3 de diciembre, Yoon desplegó soldados al Parlamento para evitar un voto de la oposición contra un decreto presidencial, lo que muchos califican como un intento fallido de golpe de Estado. Aunque sorteó una primera moción de destitución gracias al apoyo de su partido, su popularidad ha caído a niveles históricamente bajos.

La crisis también involucra la detención de varios funcionarios cercanos a Yoon, incluido el exministro de Defensa Kim Yong-hyun, quien intentó suicidarse antes de su arresto. Otros altos mandos, como el exministro del Interior y jefes policiales, enfrentan cargos por abuso de poder y obstrucción de derechos.

Protestas y división política
Miles de surcoreanos tomaron las calles, desafiando el frío, para exigir la renuncia de Yoon. Aunque su partido, el Partido del Poder Popular, aún le respalda, está dividido sobre su posible dimisión.

El Parlamento, controlado por la oposición, tiene los votos necesarios para avanzar en una segunda moción de destitución, mientras un grupo interno del oficialismo considera viable pedir su salida para calmar la crisis. Sin embargo, este plan carece de consenso y podría no frenar la presión legislativa.

Las próximas semanas serán clave para definir el futuro político de Corea del Sur, entre un presidente cada vez más aislado y un panorama social convulso.

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