El derrocamiento de Bashar al-Assad el pasado 8 de diciembre marcó un momento histórico para Siria. Sin embargo, también sacó a la luz los atroces crímenes cometidos durante su mandato de más de dos décadas.

Fosas comunes revelan la magnitud del terror

En las zonas de Qutayfah y Najha, cerca de Damasco, se han identificado al menos 66 fosas comunes. Estas contienen restos de víctimas que fueron ejecutadas y torturadas en lo que el fiscal de crímenes de guerra Stephen Rapp calificó como una “maquinaria de muerte estatal”. Las imágenes satelitales de Maxar Technologies y la documentación recolectada por los Cascos Blancos respaldan estas denuncias.

Se estima que más de 100 mil personas murieron bajo el régimen, en un sistema de represión comparable con los crímenes nazis, según Rapp. Además, más de 28 mil desapariciones han sido documentadas por la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas.

La búsqueda de justicia

A pesar de las pruebas presentadas en tribunales internacionales, el futuro de la justicia en Siria es incierto. Con Assad refugiado en Moscú, fuera del alcance de la Corte Penal Internacional, las posibilidades de juzgarlo dependen de los tribunales nacionales y la presión internacional.

Para el portavoz del Departamento de Estado de EE. UU., Matthew Miller, “estos crímenes no deben quedar impunes”. Por su parte, líderes rebeldes prometen llevar a los responsables ante la justicia.

Una crisis humanitaria alarmante

Mientras tanto, Siria enfrenta una crisis humanitaria crítica. Según la ONU, siete de cada diez sirios necesitan ayuda inmediata. La guerra desplazó a la mitad de la población, dejando a millones en refugios temporales o fuera del país.

“La reconstrucción del país depende de la apertura de fronteras y financiamiento urgente”, señaló Tom Fletcher, de la ONU.

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