PABLO RUIZ 

La ciudad de Puebla y los municipios conurbados se han convertido en zonas urbanas sin ley, en materia de movilidad, vialidad y cumplimiento de reglamentos de tránsito.

Hay hartazgo cotidiano por los baches -cráteres- en el día a día de los conductores del transporte público de pasajeros, vehículos de reparto y carga, así como automovilistas.

En Puebla capital y municipios de la zona metropolitana, se tiene que lidiar con las violaciones impunes al reglamento de tránsito, particularmente de los motociclistas.

Los semáforos en color rojo son ignorados por trabajadores del volante y automovilistas; no respetan los pasos peatonales semaforizados, omiten disminuir la velocidad en zonas escolares e invaden la línea de “cebra” en los cruces de calles y avenidas.

Además de realizar las vueltas prohibidas, invaden los carriles confinados para el sistema RUTA, y además de librar baches, los conductores tienen que hacer lo propio con motociclistas.

Los motoristas rebasan por la derecha, circulan a alta velocidad, no cuentan con equipo de protección, invaden ciclovías, transitan por las banquetas, transportan a bebés y a menores de edad, usan sus vehículos para cargar lo que se pueda, se “vuelan” los altos y se ha convertido en un vehículo para cometer asaltos y homicidios dolosos (motosicarios). 

Pasó lo mismo con ciclistas que conducen exactamente igual que los motociclistas; nadie los infracciona ni los meten al orden porque no hay autoridad ni cultura vial mínima, a veces a costa de sus vidas.

A este fenómeno del desorden urbano aldeano en que se convertido la ciudad de Puebla y los municipios conurbados se han sumado los tripulantes de scooter, bicis y motonetas eléctricas, mortales en una zona urbana sin ley.

Las autoridades viales y las gubernamentales están en la inmovilidad ante la creciente degradación de la “cultura vial”, el retroceso es salvaje y primitivo, como en las urbes en la India o Haití.

Las vialidades y la cultura vial es un desastre, y cada día le cuesta la vida a poblanos que pierden la vida en accidentes viales, principalmente los motociclistas, sin que las autoridades ofrezcan una solución integral.

Con tibieza, y muy limitado, por ser una mala copia del reglamento vial de Ciudad de México, el jefe del Gabinete estatal envió una iniciativa para “regular” el uso de vehículos de dos ruedas.

Se limita la propuesta a la identificación con números grandotes de las placas en los chalecos, la obligación de los cascos de protección, no transportar a menores de 12 años y solo dos personas a bordo.

En la capital del país han avanzado más, y han introducido un nuevo sistema digital para regular velocidad, castigar faltas con puntos en contra hasta perder la licencia de conducir, monitorear la tercera multa suficiente para irse al corralón, y digitalizar el historial negro de conductores.

Se trata de la “Multa cívica” implementada por el Gobierno de Ciudad de México, que incluye hasta castigos de trabajo comunitario por cometer infracciones de tránsito.

Falta mucho por hacer respecto a la cultura vial -sin importar la marca y los modelos de los vehículos a gasolina y eléctricos, porque en comportamiento vial la cultura es bananera.

En ciudades de Cataluña, al norte de España, no hay agentes viales -ni baches- dirigiendo el tráfico; existe cámara de videovigilancia que registra el número de placa de infractor, envía digitalmente la multa y anota puntos en contra del conductor que puede terminar en el retiro de la licencia. 

En centros urbanos de Puebla seguirá el primitivismo y el comportamiento vial sin ley ni autoridad. Es pregunta.

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