XAVIER GUTIÉRREZ
Una de las conductas más visibles y negativas que se derivan del ejercicio del poder tradicional en México es el atavismo, eso que consiste en mantener vigentes formas de vivir y comportarse de los antepasados. Y se da en toda la pirámide social, pero especialmente en los subordinados.
Por lo regular, toda persona o integrantes de una estructura de todos los escalones de la composición del poder, no hacen nada y todo lo esperan de la cúspide. Guardan una quietud como de velorio, una disciplina como de alumnos ante el temor del maestro regañón. Esto es una constante en todos los niveles de Gobierno, federal, estatal o municipal. Y se repite en los partidos. Pareciera que está prohibido pensar, opinar, proponer, actuar.
Si se pudiera mostrar gráficamente esto, la imagen sería de una persona o grupo mirando al cielo, al infinito, tratando de vislumbrar una señal o escuchar una indicación de un ser superior que se mueve en la bóveda celeste. Y sólo después de esa señal divina actuar, dar un paso, ponerse a trabajar.
Un ejemplo de esto se vio en la cúpula nacional de Morena. Durante meses, desde que asumió el mando Claudia Sheinbaum, la cabeza de esta organización se mantuvo muda, estática, en espera de órdenes para hacer algo. Y mientras, la presidenta sufrió los embates internos del acomodo de intereses, colocación de piezas, apropiación de espacios, indisciplina y abierto rechazo a sus iniciativas, instrucciones o recomendaciones.
Ese quietismo disfrazado de respeto o disciplina hacia quien tiene la batuta del poder es una estrategia vieja e inútil. Era la forma escuela del viejo PRI, la confesión sin palabras de una especie de sumisión absurda. Una obediencia hermanada con la esclavitud.
Un partido, en el caso del partido en el poder, debiera ser un ente dinámico todo el tiempo. Tener alertas las antenas y la sensibilidad a flor de piel, para marchar acorde con el liderazgo nacional o estatal, pero mucho más allá de esto. Un auténtico laboratorio de ideas y talento.
Tener a mano y ofrecer, en este caso a la presidenta y a los gobernadores, una agenda de acciones a manera de espejo o sombra de quien lleva el bastón de mando. Un portafolios de iniciativas móvil, dinámico, nutrido y alimentado por las bases y pulido por las dirigencias, para afrontar los pasos del poder cada día.
Pero incluso, tener una visión de futuro para ir, en muchos casos, un paso delante de los gobernantes, teniendo a mano o como parte del debate público, un sinfín de iniciativas pensando en los actos de Gobierno y en el proceso electoral cercano.
El reloj de las cúpulas partidistas y la estructura de Gobierno conectado con el latir de la sociedad. Poner a consideración de los gobernantes, de modo permanente, un abanico de acciones, reacciones y alternativas viables para cada momento de la tarea gubernativa.
Morena se vio muy mal sumido en un silencio burocrático, hasta que llegó la carta de la presidenta marcando puntualmente las directrices respecto de la selección de candidatos, postulaciones futuras y criterios éticos y democráticos para las contiendas por venir. Vimos lo que se llama popularmente “nadar de muertito”.
Habrá quienes, acomodados en el viejo atavismo priísta o caciquil, justifican este no hacer nada aduciendo la añeja costumbre de esperar las señales o indicaciones de la superioridad.
Este tipo de actitudes, por cierto, suelen repetirse en las estructuras de la burocracia de todos los planos, y se hace visible todo el tiempo. Lo escuchamos o leemos con las gastadas frases: “por indicaciones del presidente”, “por instrucciones del gobernador”, “por iniciativa del titular del Poder Ejecutivo”. Verborrea gastada que lleva a preguntar: ¿y ustedes no opinan nada, no deciden ni proponen nada, no se les ocurre nada? Entonces ¿qué hacen, para qué sirven?, ¿todo lo tiene que hacer, pensar y decidir el gobernador?
Entender el poder así, como un velorio de disciplinados muertos, carentes de iniciativa, parecería más un funeral uncido a la nómina que un equipo de trabajo altamente sensible, conectado con la realidad y la nervadura social y presto a enriquecer el ejercicio del poder. ¿No cree usted?