Donde antes hubo cantos, goles y gritos adolescentes, hoy solo queda maquinaria pesada cuyos operadores realizan obras de intervención al estadio olímpico construido en 1952, que fue sede de momentos icónicos para la juventud poblana, como aquella tarde de febrero de 1983, cuando recibió al grupo del momento que marcó la vida de más de 30 mil poblanas: Menudo.

Ubicado en la zona de Los Fuertes de Loreto y Guadalupe, el estadio olímpico fue el punto de encuentro para miles de fanáticas que desafiaron la lluvia con tal de ver a Ricky, Charlie, Ray, Johnny, Xavier y Miguel. Desde temprana hora, se formaron con la esperanza de escuchar en vivo éxitos como “Claridad” y “Súbete a mi moto”, sin imaginar que esa noche de euforia se tornaría en tragedia, cobrando tres vidas.

“Nosotras íbamos por Miguel. Desde que nos enteramos por la radio que vendrían a Puebla, empezamos a ahorrar y a limitarnos en todo para juntar el dinero del boleto, que costó 300 pesos, en ese entonces”, narran con emoción Caty y Angie, quienes con apenas 13 años asistieron a aquel histórico concierto.

DE NOCHE MÁGICA A TRÁGICA

Fue el 25 de febrero de 1983. Ese día, el estadio Ignacio Zaragoza se transformó en un volcán de euforia adolescente. Hoy, 42 años después, Caty y Angie rememoran con sentimientos encontrados esa jornada en la que la magia de la música fue opacada por el caos.

El primer reto no fue pedir permiso a sus padres, sino reunir los 500 pesos del boleto, aproximadamente 3.24 pesos actuales tras el cambio de moneda, así que empezaron a ahorrar todo.

Ambas pertenecían a un club de fans que se reunía regularmente. Un día incluso se escaparon de clases después de pasar lista, aunque fueron descubiertas.

“El concierto fue en viernes, pero teníamos que llegar desde temprano porque los boletos no eran numerados, eran en cancha. Nos costó convencer al director de que nos dejara faltar, porque ya nos había cachado escapándonos para ir a una reunión del club. Yo creo que lo agarramos de buenas, porque nos dio permiso”, recuerda Caty, entre risas.

Después de más de ocho horas formadas, cantando y riendo, las puertas del Zaragoza se abrieron puntualmente a las 4 de la tarde. Lograron colocarse entre las primeras filas, casi frente al escenario.

El concierto fue una explosión de emociones. Pero al final, la euforia se convirtió en caos. Al concluir el espectáculo, miles de chicas corrieron hacia el camión que transportaría a Menudo. La reja no resistió. Se vino abajo. Hubo empujones, gritos, desesperación. El saldo oficial: tres jóvenes muertas y más de 70 heridas.

A más de cuatro décadas de aquel día, ambas se consideran afortunadas no sólo por haber vivido la experiencia, sino por haber salido ilesas. Hoy, al saber que el lugar donde vivieron su primer concierto está siendo demolido, hablan con nostalgia, pero sin tristeza.

“Aunque lo quiten, el recuerdo permanece. Lo que importa es la experiencia que vivimos. Fue parte de nuestra adolescencia y jamás olvidaremos esa libertad, ese sentido de pertenencia y esa adrenalina que sentimos al cantar con Menudo”, concluye Caty, con una gran sonrisa.

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