En 2013, cuando Nancy comenzó su vida independiente, encontró el lugar ideal para una estudiante con presupuesto limitado, pero con acceso a una pensión modesta en el barrio El Carmen, en el Centro Histórico de Puebla.

Por mil 300 pesos al mes, ocupó una recámara privada pero con espacios compartidos, servicios incluidos y una renta que parecía insuperable.

Al año siguiente, decidió mudarse a un espacio un poco más grande, aunque seguía siendo una pensión estudiantil en la colonia Chulavista, donde pagó mil 500 pesos mensuales, que incluían limpieza y mobiliario.

La verdadera transformación llegó a finales de 2014, cuando se instaló en pleno corazón de la ciudad, en la calle 9 Poniente, entre 5 y 7 Sur. 

Por mil 900 pesos, habitó un pequeño departamento con recámara, estancia, cocineta, baño y lavadero; nada de lujos, pero con todo cerca: entretenimiento, seguridad, servicios y la magia de vivir en el primer cuadro de la ciudad.

“Junto con mis amigas, éramos chicas nocturnas. A veces regresábamos a casa a las dos o tres de la mañana caminando desde los tacos de los portales y nunca nos pasó nada. Incluso, si algún vecino llamaban a la patrulla, sí llegaba”, recuerda Nancy en entrevista para este medio.

En ese lugar vivió durante tres años. Sin embargo, con el paso del tiempo la renta fue subiendo hasta llegar a los dos mil 100 pesos mensuales, un precio que le seguía pareciendo justo por la zona y los servicios que ofrecía: recolección de basura diaria, transporte público a la mano y una sensación de barrio seguro.

Por circunstancias personales, Nancy decidió regresar a El Carmen, a una casona en la esquina de las calles 2 Sur y 15 Poniente, con tres balcones y recámaras que parecían salones de danza. La renta, de tres mil 700 pesos, la compartió con otras personas porque “era demasiada casa”.

Las mudanzas de Nancy cuentan la evolución del mercado inmobiliario en el primer cuadro de la ciudad, donde el alquiler de vivienda aumentó en un 60 por ciento, aproximadamente, en la última década.

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