GERARDO GUTIÉRREZ

Fundado con el caudal de construcción de instituciones que siguió a la tormenta de la revolución mexicana, el Banco de México llega a su centenario como una institución sólida y respetada en el país y en el exterior. Sostén de la estabilidad económica. Hoy, a pesar de una corriente de destrucción institucional desde el sexenio pasado, conserva en plena forma el activo esencial de cualquier banco central efectivo: la confianza de los actores económicos.

En este contexto de reconcentración del poder político y socavamiento del sistema de pesos y contrapesos del Estado democrático de derecho, se mantiene incólume un baluarte fundamental de esa confianza: la independencia tanto en la Constitución, establecida en el artículo 28 desde 1994, y en los hechos. Muy diferente a la suerte que han corrido otros organismos autónomos. 

Aunque no han faltado presiones y algunos políticos del oficialismo siguen creyendo en ocurrencias como usar las reservas de divisas de la institución para pagar deuda del Gobierno o construir trenes, al más alto nivel existe conciencia sobre lo que costaría al país y al Gobierno minar la solvencia fiduciaria de nuestro banco central y, con ello, la sensatez que ha faltado en otras áreas.

Sobre todo, Banxico llega a sus 100 años con un capital humano de excelencia y una estructura robusta de gobernanza, procesos y prácticas institucionales y de toma de decisiones. Sí, los mexicanos podemos sentirnos orgullosos de esta institución de primera.

Lo que es más importante, confiados en su competencia para cumplir con su mandato prioritario de preservar el valor de la moneda nacional, es decir, la estabilidad de precios, lo mismo que en otros roles, como el que tiene en la regulación del sistema financiero.

Difícil exagerar la relevancia de todo lo que hace Banxico y de que lo haga con profesionalismo. 

Como señaló la presidenta Claudia Sheinbaum en el evento conmemorativo, y qué bueno y oportuno que lo hizo, su rigor técnico y –ojo– autonomía, son condición necesaria para que las familias, protegidas contra la inflación, mantengan el poder adquisitivo de sus ingresos y ahorros. 

Efectivamente, como “guardián de la estabilidad” y ante “tiempos de incertidumbre, crisis internacionales y transformaciones profundas". Entre las muchas que hoy tienen lugar y las grandes disrupciones que vienen, lo mismo geopolíticas que tecnológicas, como la revolución en marcha hacia la digitalización del dinero.

Da tranquilidad que desde el Ejecutivo Federal ya no se haya insistido en debatir sobre una reforma para pasar del mandato único, el estatuto centrado en el control de la inflación de Banxico y la mayor parte de los bancos centrales del mundo, a uno dual que priorice también el crecimiento económico o el empleo. 

En general, el mandato dual es una fórmula cuestionada de política monetaria por sus complicaciones y riesgos inherentes. Con seguridad, sería pésima para México. Más aún en este momento, con nuestra economía estancada y un déficit fiscal federal en récord de tres décadas. 

La pregunta inevitable: ¿qué nos asegura que los políticos en el poder, de México o cualquier otro país, no se verán tentados a aprovechar las rendijas que se abran para empujar recortes de las tasas de interés a contentillo, como quiere hacer Donald Trump en Estados Unidos, acosando cada vez más a la Reserva Federal?

Como para hacerse de una varita mágica para bajar ipso facto el costo de la deuda pública y energizar la economía con crédito barato, aunque efímeramente y con resaca asegurada. Olvidando las múltiples lecciones de los efectos adversos del expansionismo monetario. Tan recientes como los que se atribuyen a la laxitud de la política de la Fed de Alan Greenspan, en las raíces de la crisis global de 2008.

Te puede interesar:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *