La industria del doblaje cinematográfico enfrenta una de sus mayores amenazas: la irrupción de la inteligencia artificial (IA). En Francia, una iniciativa llamada #TouchePasMaVF reúne a actores de voz, traductores y técnicos que claman por protecciones legales frente al avance de la automatización.

Boris Rehlinger, conocido por prestar su voz en francés a Ben Affleck y El Gato con Botas, advierte: “Me siento amenazado, aunque mi voz aún no haya sido reemplazada”. Él encabeza una ola de inconformidad que se extiende por Europa, donde las asociaciones del gremio exigen a la Unión Europea normativas claras para proteger la creación humana en el doblaje.

El auge de plataformas como Netflix y Disney+, que dependen del doblaje para sus éxitos globales, ha impulsado la demanda. Según GWI, 43 % de los espectadores en Alemania, Francia, Italia y Reino Unido prefieren contenido doblado a subtitulado. La tendencia se refuerza con estimaciones de Business Research Insights, que proyectan un crecimiento del mercado a más de 7 mil millones de dólares para 2033.

A la par del crecimiento económico, también crecen las pruebas con IA. Netflix experimenta con GenAI para sincronizar movimientos labiales, y en Alemania una campaña de dobladores se viralizó con el lema: “Protejamos la inteligencia artística, no la artificial”. Lograron 8.7 millones de vistas en TikTok.

Aunque el sindicato SAG-AFTRA ya regula el uso de IA en doblaje para el inglés, la falta de una legislación europea más estricta preocupa a los profesionales. El temor compartido: que los algoritmos sustituyan calidad por costo, afectando el arte, el empleo y la propiedad intelectual.

Para Cedric Cavatore, doblador de videojuegos como Final Fantasy VII Remake, el problema va más allá: “Si no protegemos lo nuestro, nadie va a querer crear”. Stefan Sporn, de Audio Innovation Lab, opina distinto: la IA transformará, no reemplazará, pero el rol humano se verá reducido a lo estrictamente emocional y lingüístico.

Mientras tanto, estudios como Neue Tonfilm Muenchen temen que el mercado se conforme con productos baratos, erosionando décadas de profesionalismo artístico. En palabras de su director: “Aceptar menos calidad sería lo peor que nos podría pasar”.

Así, el doblaje se convierte en el nuevo frente cultural de la lucha entre la inteligencia artificial y el arte humano. Un debate que no solo resuena en las cabinas de grabación, sino también en las salas de poder.

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