La incertidumbre de no saber qué le pasó a un familiar, aumenta el dolor de las familias de las personas no localizadas, aseguró Alejo Rogelio Carpio Ríos, titular del Instituto de Ciencias Forenses de la FGE.

Resaltó que, una vez que las familias reciben el cuerpo de sus seres queridos, inicia un segundo duelo, el de la pérdida, que les permite llorar y concluir el desgaste emocional que provoca su búsqueda.

“Yo creo que es más cruel el no saber qué pasó, porque muchos colectivos van y vienen y es un sufrimiento que nunca acaba. Cuando lo encuentran, ahí se acabó; el otro duelo, el de la pérdida, es el que ellos van a procesar, pero ya saben que está ahí y le van a dar inhumación a su familiar”, aseguró en entrevista.

Por su parte, la psicóloga, Guadalupe Núñez Martínez, precisó que las personas viven de manera diferente su luto, que depende del apego con el familiar, la forma en la que desapareció la persona y el último contacto que se tuvo.

“Aunque cada muerte es diferente, nunca será el mismo duelo si es un familiar cercano como una madre o padre, o un hijo; en esos casos es más fuerte, que si es un tío, un primo, o un familiar más lejano”, especificó.

Carolina, fue una de las primeras poblanas en recibir el cuerpo de su familiar, admitió que la localización de su ser querido les ha traído más tranquilidad.

“A lo mejor no es la forma en que queríamos encontrarlo, pero al final de cuentas ya sabemos lo que pasó y tenemos un cuerpo para poder llorarle”, afirmó.

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