En un momento de alta tensión y retórica controvertida, el presidente estadounidense Donald Trump afirmó desde la Oficina Oval que “México hace lo que les decimos que haga”, agregando que “Canadá hace lo que le decimos que haga” y calificando su política migratoria como un verdadero “milagro”.
La declaración ha generado una respuesta inmediata desde México. La presidenta Claudia Sheinbaum replicó con una postura firme y soberana: “En México, el pueblo manda”, dijo al culminar un evento cultural en la Cineteca de Chapultepec, evidenciando que la cooperación se mantiene, pero sobre bases de dignidad soberana.
Este episodio se enlaza con el polémico sobrevuelo de un dron estadounidense MQ‑9 B sobre Valle de Bravo, Estado de México. Según el secretario Omar García Harfuch, se trató de una operación pedida expresamente por las autoridades mexicanas, no una intervención unilateral . Aunque el aparato es común en vigilancia militar, este vuelo fue usado con fines de investigación solicitados por el gobierno nacional.
Estas acciones ocurren en un contexto complejo: días atrás, México extraditó a 26 líderes del narcotráfico a Estados Unidos, en una decisión que, según Sheinbaum, se realizó con base en la soberanía nacional. Trump, por su parte, se adjudica el éxito, evitando reformas legales y proclamando que “cerró la frontera y funcionó”.
La narrativa contrapuesta —entre Trump y Sheinbaum— marca un choque simbólico en la política exterior y en la percepción de la cooperación bilateral. Mientras él exhibe poder y control, ella destaca autonomía, legitimidad doméstica y defensa de la soberanía.

