GERARDO GUTIÉRREZ

La entrevista que hace unos meses dio el líder de Ford al periodista y gran biógrafo Walter Isaacson en el congreso Aspen Ideas 2025, expone de cuerpo entero el momento de transformación acelerada que vive la economía global, con la carrera por el futuro y el trasfondo de las tensiones comerciales y geopolíticas entre Estados Unidos y China. 

Buena brújula para ver dónde estamos en México y para la planeación estratégica, tanto en el Gobierno como en el sector privado

Como destaca el sitio especializado InsideEVs, la industria de vehículos eléctricos de China parecería haber surgido de la nada para convertirse rápidamente en un gigante global y “decir que el CEO de Ford, Jim Farley, está impresionado, sería quedarse corto”. 

Refiriendo que viaja seis o siete veces al año a ese país para evaluar a la competencia, dijo que nunca había sentido una experiencia como ésta: la necesidad de asimilar con humildad una realidad que asombra.

Resalta una tecnología de a bordo en los vehículos muy superior a lo que puede encontrarse en Estados Unidos: “Te subes y no tienes que emparejar tu teléfono. Automáticamente, toda tu vida digital se refleja en el coche. Tienes un compañero de IA con el que puedes hablar (…) Puedes comprar entradas de cine. Tiene reconocimiento facial, así que sabe quién está en qué asiento y qué contenidos le gustan”. 

Si se considera la gigantesca capacidad de fabricación que han desarrollado las empresas chinas, abatiendo los costos, y que sus autos “pueden ser baratos, pero no lo parecen”, se entiende que Farley haga una advertencia tan grave como esta: "Estamos en una competencia global con China y no se trata sólo de vehículos eléctricos. Y si perdemos esto, no tenemos futuro en Ford".

Una llamada de atención a Estados Unidos que, por supuesto, nos atañe a los mexicanos. Otra razón poderosa para revalorar al TMEC y lo que puede ser y hacer para ambos países, por América del Norte, como bloque, en este momento definitorio.

No es sólo con aranceles es como hay que afrontar lo que un muy recomendable ensayo recientemente publicado por el New York Times llama “shock chino 2.0”.

Para los autores, los economistas David Autor y Gordon Hanson, académicos del MIT y Harvard que el Times presenta como pioneros en la investigación sobre el impacto de la competencia china en la industria manufacturera de Estados Unidos, los responsables de políticas públicas de su país están dedicando demasiado tiempo para ver por el espejo retrovisor, librando una guerra comercial contra un desafío que ya terminó. 

Entre 2013 y 2016, publicaron los resultados de investigaciones del shock 1.0, que, afirman, borró alrededor de una cuarta parte de todos los empleos manufactureros de Estados Unidos, tan sólo entre 1999 y 2007. 

Fueron los años de mayor impacto de la irrupción china, cuando olas de productos baratos inundaron Estados Unidos y el mundo como resultado de un proceso singular: la transición, iniciada a fines de los años 70, de la planificación central maoísta a una economía de mercado planificada. Textiles, juguetes, artículos deportivos, productos electrónicos, plásticos, autopartes...

Sin embargo, para 2015, ese shock ya había concluido, como estaba destinado que ocurriría, según exponen los autores, cuando China agotara su reserva de mano de obra barata, lo cual hoy se refleja, por ejemplo, en cómo países como Vietnam ya la superan en el crecimiento de industrias, como la del vestido y la de muebles. 

El meollo del asunto, subrayan, es que, a diferencia de Estados Unidos, China no mira hacia atrás ni lamenta la pérdida en esos mercados: se centra en construir capacidades de las tecnologías clave del siglo XXI. 

Autor y Hanson explican que el modelo de política industrial chino en los 90 y 2000 se recargaba mucho en empresas privadas locales colaborando con multinacionales, lo que convirtió al país en la fábrica del mundo. Ahora, empresas privadas muy competitivas surgen de un ecosistema de innovación ágil en el que funcionarios locales, como alcaldes y gobernadores, son recompensados por el crecimiento de ciertos sectores avanzados.

Ponen el ejemplo de cómo Hefei pasó de ser la capital de una provincia rural pobre a ser la sede del segundo mayor productor de vehículos eléctricos del país en menos de una década. Y cómo movilizó capital de riesgo para sostener a fabricantes en dificultades financieras y para invertir en investigación y desarrollo local. 

Un “milagro” que se ha repetido una y otra vez con el nacimiento y ascenso de los mayores innovadores y productores mundiales de vehículos eléctricos, baterías, drones u obleas fotovoltaicas, ninguno con más de 30 años de edad. 

Así, el nuevo desafío de China, que está a la vuelta de la esquina es, dicen los autores, uno en el que se vuelve la protagonista global, ya desde ahora compitiendo agresivamente en sectores donde Estados Unidos había sido líder indiscutible: aviación, inteligencia artificial, telecomunicaciones, microprocesadores, robótica, energía nuclear, computación cuántica, biotecnología y farmacéutica, energía solar, baterías.

Mucho para reflexionar también en México, en nuestro propio momento decisivo de retos y oportunidades e incluso en la necesidad de librarnos de obsesiones ideológicas que no nos dejan ver lo que viene: ¿Qué estamos haciendo, desde nuestras políticas públicas y en nuestras empresas, para ser protagonistas de esta carrera que definirá el siglo XXI?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *