En distintos rincones del mundo, la Generación Z está trasladando su inconformidad de las redes sociales a las calles, con un nuevo lenguaje de protesta: los símbolos de la cultura popular. Desde Nepal, Indonesia y Filipinas, hasta Madagascar y Marruecos, jóvenes inconformes han encontrado en One Piece una forma de expresión política inédita.
La bandera pirata Jolly Roger, ícono del manga japonés creado en 1997 por Eiichiro Oda, ha dejado de ser un símbolo de entretenimiento para convertirse en estandarte de resistencia. En Katmandú flameó frente a un palacio de gobierno incendiado, en Yakarta fue pintada en muros y en Manila ondeó en marchas contra la corrupción. En Madagascar incluso acompañó protestas que derivaron en la disolución de un gabinete.
Este fenómeno no es aislado: recuerda al saludo de Los juegos del hambre en Tailandia y Birmania, o al uso de Pepe la rana en Hong Kong. Expertos como Natalie Pang, de la Universidad Nacional de Singapur, destacan que estos símbolos funcionan porque son simples, reproducibles y capaces de cruzar fronteras culturales, amplificados por redes como TikTok, Instagram y X.
El impacto es contundente: en Nepal y Madagascar las movilizaciones juveniles provocaron cambios de gobierno; en Marruecos, colectivos digitales como GenZ 212 organizan protestas pacíficas con demandas de educación y salud digna, rechazando gastos excesivos en el Mundial.
La Generación Z creció marcada por la crisis económica, el cambio climático y el desempleo, lo que alimenta un descontento traducido en creatividad política. En el universo de One Piece, los piratas luchan contra regímenes opresivos; en la vida real, los jóvenes de hoy levantan esas banderas para desafiar al poder. Con símbolos nacidos de la ficción, esta generación está creando un vocabulario político global que combina rebeldía, esperanza y un grito por el futuro.

