Lo que empezó como una simple curiosidad frente a un teclado, se convirtió en el motor de vida de Mario Mora, pianista poblano y miembro de la Jazzatlán Big Band, una de las agrupaciones más reconocidas en la escena del jazz en Puebla.

“La música me escogió a mí porque todo se fue dando solito para adentrarme en ella, tocar, aprender (…) cuando me di cuenta, era lo que tenía ya, aunque en ese entonces yo estaba estudiando matemáticas”, recuerda de sus inicios.

Ese giro inesperado marcó el arranque de una búsqueda constante para Mario y su carrera, que requiere de disciplina, creatividad y sensibilidad.

Para Mario, vivir del arte implica una entrega total. “Fue perseverancia, estar ahí constante. La música no me deja quedarme quieto, exige crecimiento personal y profesional y aprendizaje constante”, explica.

Su historia refleja la transformación de un hobbie en un modo de vida. En el escenario, despliega energía, improvisación y concentración. Como integrante de la Jazzatlán Big Band, comparte su amor por el jazz como “una conversación en movimiento, donde se mezclan técnica y emoción”.

Más allá del escenario, también es docente, convencido de que enseñar música es otra manera de aprender, transmitiendo conocimientos técnicos, constancia y autoconocimiento.

“En las artes, los retos son uno mismo: dominar la mente y seguir adelante. Uno se pone obstáculos y se compara con otros. Lo más grande: aceptar los logros. A veces aparece el síndrome del impostor”, confiesa.

Esa mirada introspectiva lo llevó a entender que la competencia más importante es consigo mismo. Sobre la industria musical, comenta: “Las compañías buscan vender, no tanto crear arte; la gente escucha música como negocio, no como expresión”.

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