Tras la muerte de Giorgio Armani, los nombramientos de Jonathan Anderson en Dior y Matthieu Blazy en Chanel marcan un cambio de era en la moda de lujo.

Estos creativos se centran más en el producto que en la puesta en escena, evitando la exposición mediática y manteniendo su vida privada, lejos de los diseñadores estrella de décadas pasadas.

Siguiendo esta tendencia, figuras como Glenn Martens en Maison Margiela, Michael Rider en Celine y Pierpaolo Piccioli en Gucci continúan el relevo, enfocándose en la marca más que en su propia fama.

Pierre Groppo, de Vanity Fair Francia, señala que la industria recompensa a los buenos alumnos, mientras Adrien Communier de GQ Francia destaca la diferencia con íconos como Karl Lagerfeld o John Galliano.

La edad de oro de los diseñadores, en los 90 y 2000, colocó a creativos tan famosos como las casas que representaban. Hoy, las marcas son las protagonistas.

El contexto económico actual del lujo es menos favorable, con ralentización de la demanda en Asia y nuevos aranceles estadounidenses, obligando a las firmas a priorizar valor, creatividad y experiencia técnica.

Alice Feillard, de Galeries Lafayette, afirma que el cliente busca menos espectáculo y más estilo, enfocándose en la historia de la marca y la calidad de los productos.

Mientras, Louis Vuitton presentó una colección femenina cómoda y elegante en la Semana de la Moda de París, y Courrèges revisita su icónica minifalda, adaptándose a nuevas tendencias.

La Unión Europea aprobó la compra de Versace por Prada, operación valuada en mil 465 millones de dólares, consolidando movimientos estratégicos dentro de la industria del lujo.

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