GERARDO GUTIÉRREZ

No se puede juzgar al primer año del actual Gobierno de México sin poner en la balanza la carga de problemas y limitaciones –fiscales y políticas– con que le pasó la estafeta la anterior administración. Afortunadamente, se ha visto más sensatez y esfuerzos de rectificación en algunas de las políticas y actitudes más regresivas o antieconómicas del sexenio pasado. 

Sobre todo, más responsabilidad, estrategia y eficacia en el liderazgo de algunas áreas prioritarias, como, además de en seguridad pública, en las secretarías de Economía y de Hacienda y Crédito Público.

No debe extrañarnos que, ante la hostilidad arancelaria y contra las inversiones offshore desde Estados Unidos, y con la resaca en México del salto en el déficit fiscal y el deterioro del entorno de negocios de todo un sexenio, apenas creceremos 0.5% en este año.

Con todo, se han mitigado, en la medida de lo posible, pero con eficacia, los amagos y golpes arancelarios y sus impactos, y también se ha empezado a sanear, aunque el reto es cuesta arriba, las finanzas públicas. 

Como resalta el excelente análisis del primer año de Gobierno de Integralia, uno de los mayores aciertos del actual Gobierno ha sido la gestión de la relación con Estados Unidos y el gobierno de Donald Trump. Sobre todo, en la relación comercial y, en general, económica. 

Efectivamente, la presidenta Claudia Sheinbaum ha sostenido una postura institucional y prudente. Como ella ha dicho: “Con cabeza fría”. En complementación, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha hecho un trabajo diligente y con enfoque técnico y estratégico, pugnando por salvar al TMEC y estabilizar la relación con esa base, pero también con flexibilidad táctica ante la coyuntura.

La Secretaría de Economía ha sido eficaz al abrir y mantener canales de negociación con Washington, atenuando tensiones y tejiendo redes de alianzas tanto en el ámbito gubernamental de Estados Unidos como con el privado.

Desde luego, esta no es “prueba superada”: en su segundo año, nuestro Gobierno enfrentará una compleja revisión del tratado. Pero hasta ahora, conservamos una posición de ventaja relativa de acceso al mercado norteamericano. Con la revisión del TMEC, con una posición inteligente, podemos salir bien librados.

Pasando al área hacendaria, destaca el compromiso de ajustar las finanzas públicas en pro de la estabilidad. La consolidación fiscal es un reto inmenso, nuevamente, por las deudas y las obligaciones de gasto del sexenio pasado, pero se ha empezado a avanzar, generando credibilidad.

Sigue siendo necesaria una amplia reforma que permita al Estado contar con recursos suficientes y que fomente la multiplicación y el crecimiento de las empresas, y con ello, más y mejores empleos. Con todo, la Secretaría de Hacienda, con el liderato de Édgar Amador Zamora, está trabajando con responsabilidad y solidez técnica, buscando opciones viables para mejorar la posición de las finanzas públicas.

Por ejemplo, con la estrategia de manejo de pasivos, colocando bonos con vencimientos a 2032 y 2038 y amortizando anticipadamente otros. 

Estas y otras medidas, efectivamente, han sido bien recibidas por calificadoras de crédito e inversionistas, y también han aligerado, dentro de lo que cabe, el alto costo financiero con que inició este Gobierno. Además, hay mejoras en los niveles de recaudación tributaria.

No se logró llevar el déficit a 3.9% del PIB, como se planteaba, pero Hacienda proyecta cerrar este año con un superávit primario cercano a 0.2% del PIB y una reducción a 4.3% del déficit total, que no es poca cosa viniendo del histórico de casi 6% que heredó.

Nuevamente, los retos de nuestra economía están lejos de ser pruebas superadas. Esperemos que los aciertos se multipliquen para que el país de verdad se enfile en un camino de crecimiento sostenido. Lo primero para ello es hacerlo prioridad, con todo lo que esto implica.

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