Octubre, mes de tragedias

Una terrible coincidencia parece marcar el destino de la Sierra Norte de Puebla: cada año lluvioso, los meses de agosto, septiembre y octubre se convierten en una amenaza. No es una superstición, sino la consecuencia de un cambio climático que se hace cada vez más evidente y devastador. El 5 de octubre de 1999 quedó grabado en la memoria colectiva, cuando la depresión tropical número 11 provocó uno de los peores desastres naturales que ha sufrido la entidad. En apenas un día, cayeron 995 milímetros de lluvia; los ríos desbordados arrasaron con pueblos enteros, destruyeron carreteras y los deslaves sepultaron comunidades completas, como la colonia La Aurora de Teziutlán, donde fallecieron más de 100 personas bajo la tierra y el lodo. Aquel desastre dejó 384 muertos y más de 450 mil damnificados. Años después, en agosto de 2016, la historia se repitió. La tormenta tropical Earl volvió a castigar la Sierra Norte, dejando 35 muertos y un rastro de destrucción en Huauchinango, Tlaola y Xicotepec, principalmente. Hoy, en octubre de 2025, otra tragedia vuelve a enlutar a esta región. La naturaleza nos está hablando y no precisamente en susurros. El planeta nos grita que los patrones climáticos se han alterado: pasamos de años con sequías extremas a temporadas violentamente húmedas, donde las lluvias no dan tregua y los fenómenos tropicales invaden simultáneamente el Golfo de México y el Pacífico. Ante esta realidad, la protección civil debe transformarse. No puede limitarse a reaccionar después del desastre. Se necesita una vigilancia constante, una cultura de prevención arraigada y una coordinación efectiva entre municipios, estados y federación. Porque si algo nos enseñan los octubres de Puebla es que la memoria no basta. Sin previsión, la tragedia siempre vuelve. ¿Será?

Ensuciarse los zapatos

A diferencia de la actitud mostrada por el expresidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien en octubre de 2023 se negó a visitar el puerto de Acapulco, devastado por el huracán Otis de categoría 5, hoy, con la tragedia vivida en la Sierra Norte, se observa una notable diferencia en la respuesta de las autoridades federales y estatales. La presidenta Claudia Sheinbaum y, especialmente, el gobernador, Alejandro Armenta Mier, han mostrado una actitud mucho más cercana. Desde la mañana del viernes, el mandatario estatal trasladó a buena parte de su equipo a Huauchinango y Xicotepec. Armenta se ensució los zapatos, dialogó con las autoridades locales y supervisó personalmente las acciones de rescate y apoyo a la población civil que debió refugiarse en los albergues habilitados por los gobiernos municipales. Lo mismo ocurrió con la presidenta Sheinbaum, quien visitó ambos municipios este domingo y repitió la fórmula: ofreció ayuda, se comprometió a resolver la situación y, sobre todo, dio la cara a las personas que lo perdieron todo. Hoy, esas familias se preguntan si los gobiernos federal, estatal y municipal realmente les apoyarán para recuperar sus enseres domésticos, rehabilitar sus viviendas dañadas o reconstruirlas por completo. Y sí, en algunos casos, tuvieron que escuchar los reclamos airados de las personas damnificadas. Más allá de la fotografía o de promover la figura del funcionario en turno, es indispensable que las autoridades muestren empatía y, sobre todo, transmitan certeza. La población necesita saber que no está sola, que hay instituciones detrás de ellos, especialmente en regiones propensas a sufrir nuevamente los estragos de los fenómenos naturales. ¿Será?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *