. A pocos días del Día de Muertos, las calles, altares y hogares de México comienzan a llenarse de color, flores de cempasúchil y papel picado, símbolos de tradición y memoria.
El Día de Muertos es una de las celebraciones más representativas del país. Cada familia prepara ofrendas para honrar a sus seres queridos, colocando elementos cargados de significado espiritual.
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Las ofrendas se encienden desde el 27 de octubre, fecha dedicada a las mascotas, hasta el 2 de noviembre, cuando se recuerda a los adultos fallecidos, acompañadas de velas, pan, copal y flores.
El papel picado representa el viento, uno de los cuatro elementos esenciales del altar. Sus recortes simbolizan la fragilidad de la vida y el vínculo entre ambos mundos.
Según la UNAM, los colores del papel picado también tienen un valor simbólico: el morado significa duelo, el naranja representa el sol, el blanco pureza y el rojo la sangre y la vida.
Su elaboración artesanal, reconocida por la Unesco como Patrimonio Intangible de la Humanidad, mantiene viva una tradición mexicana ancestral que une generaciones.
La flor de cempasúchil, conocida como la “flor de los muertos”, guía a las almas hacia las ofrendas con su color dorado y su aroma característico durante el 1 y 2 de noviembre.
El nombre proviene del náhuatl “cempohualxóchitl”, que significa “veinte flores”, y simboliza el resplandor del sol que alumbra el camino de los difuntos.
Juntos, el papel picado y el cempasúchil representan la vida que trasciende la muerte, recordando que el Día de Muertos es una celebración de amor y memoria eterna.

