Mary Shelley escribió Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818, creando una de las obras más influyentes de la literatura universal. Más allá del terror gótico, reveló una profunda reflexión filosófica sobre la naturaleza humana.

La idea nació en 1816, durante una noche de tormenta en Suiza, donde Shelley convivía con Lord Byron y Percy Shelley. Inspirada por relatos alemanes de terror, dio vida a una historia que abordó los miedos y límites del conocimiento.

El subtítulo El moderno Prometeo refleja la relación entre Víctor Frankenstein y el mito griego. Al igual que Prometeo, el científico desafía a los dioses al crear vida, representando la arrogancia humana ante la ciencia.

Shelley tradujo ese mito al lenguaje científico de su tiempo, combinando electricidad, anatomía y experimentos. Su obra anticipó dilemas modernos sobre ética científica, inteligencia artificial y responsabilidad moral.

A través del creador y su criatura, Shelley planteó una dualidad: el verdadero monstruo no es el ser deformado, sino la sociedad incapaz de empatía. La autora exploró cómo el rechazo y abandono pueden transformar la inocencia en violencia.

Su legado continúa inspirando adaptaciones y análisis contemporáneos. Desde el cine clásico con Boris Karloff hasta los ensayos de Guillermo del Toro, Frankenstein sigue siendo un espejo de los miedos existenciales del ser humano.

Más que terror, Frankenstein es una advertencia literaria sobre la responsabilidad de crear y los límites del conocimiento, temas que aún resuenan dos siglos después.

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