La cumbre del G20 2025 en Sudáfrica arranca este fin de semana bajo una fuerte expectativa internacional y con dos ausencias que pesan: Donald Trump y Javier Milei. Mientras el mundo demanda acuerdos para aliviar la deuda de países en desarrollo y combatir la desigualdad, la primera presidencia africana del grupo enfrenta un desafío político sin precedentes.

El regreso de Trump a la Casa Blanca debilitó los esfuerzos multilaterales de la presidencia sudafricana, que buscaba fortalecer la cooperación global. Los miembros del G20 —que representan el 85% del PIB mundial— llegan con tensiones crecientes, particularmente tras los nuevos aranceles impuestos por Washington, que castigan a Sudáfrica con la tasa más alta del África subsahariana: 30%.

A esto se suma la ofensiva retórica del mandatario estadounidense contra el gobierno de Cyril Ramaphosa, al que acusa de inacción ante presuntas agresiones contra la minoría afrikáner. Pese al clima adverso, Ramaphosa decidió avanzar con una agenda centrada en solidaridad, igualdad y sostenibilidad, enfocada en el alivio de la deuda, la financiación para enfrentar el cambio climático y el combate a las brechas económicas.

Con un ambiente diplomático fracturado y la ausencia de dos voces relevantes, la cumbre se convierte en un punto crítico para redefinir el papel del G20 en la gobernanza global.

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