Antes del ataque que enlutó a San Salvador Huixcolotla, este municipio poblano contaba con apenas 12 policías municipales para proteger a más de 16 mil 700 habitantes, según datos del Inegi. Pese a ubicarse en una de las zonas más peligrosas de Puebla —el Triángulo Rojo, epicentro del huachicol y los asaltos al transporte de carga— la seguridad local era mínima.
La noche del 2 de noviembre, tres uniformados —Yusami Monterrosas Apolinar, Roberto Pérez Trinidad y Arturo Jiménez Ortigoza— fueron asesinados durante una emboscada sobre el bulevar Cuauhtémoc. Al menos siete hombres armados abrieron fuego contra la patrulla con más de 70 disparos. Dos murieron en el lugar; la comandanta Yusami falleció en el hospital.
Junto a los cuerpos, los agresores dejaron una manta con amenazas dirigida a presuntos rivales delictivos:
“Esto les pasa por apoyar al gallo…”
El mensaje confirma una disputa entre células criminales que operan en la región. Tras el atentado, todos los policías municipales renunciaron por miedo. El alcalde Manuel Alejandro Porras Florentino pidió protección, al afirmar que también fue amenazado directamente.
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Ante la crisis, la Secretaría de Seguridad Pública del estado asumió el control de la seguridad con 15 policías estatales y patrullajes permanentes. El titular, Francisco Sánchez González, aseguró que se reforzará la vigilancia en puntos críticos.
Por su parte, el gobernador Alejandro Armenta anunció un millón de pesos de apoyo a las familias de los tres agentes caídos, mientras que el Secretariado Ejecutivo Nacional reportó un aumento del 61 % en la violencia local en los últimos dos años.

