Guiada con cuidado por guardabosques, una jirafa con los ojos vendados sube a un vehículo que la llevará lejos de un entorno hostil, rumbo a un nuevo hogar en el Valle del Rift.
Según los conservacionistas, estas reubicaciones son un último recurso cuando el cambio climático o la actividad humana ponen en riesgo la fauna silvestre y su convivencia con los humanos.
El Servicio de Vida Silvestre de Kenia (KWS) supervisa estas operaciones, que se han vuelto frecuentes en el este del país, donde el turismo y la expansión urbana afectan el hábitat natural.
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Cientos de jirafas, cebras y antílopes fueron retirados del Kedong Ranch, junto al lago Naivasha, debido a la venta y subdivisión de terrenos que bloquean corredores naturales.
“Los animales comenzaron a sufrir. Estaban estresados y varados”, explicó Patrick Wambugu, del KWS, sobre las cercas que impedían su tránsito entre montes y reservas.
El equipo trasladó cinco jirafas usando camionetas, helicóptero y dardos tranquilizantes, enfrentando riesgos por la anatomía sensible de estos animales. Su gran distancia entre corazón y cerebro dificulta la anestesia prolongada.
Tras el traslado de 30 km, los animales llegaron a la reserva privada Oserengoni, donde son monitoreados por veterinarios hasta adaptarse. Se espera que la población prospere en los próximos años.
El crecimiento poblacional y la expansión urbana aumentan los conflictos humano-fauna, obligando a reubicaciones costosas para proteger la vida silvestre y preservar los parques nacionales de Kenia.
“África no debe escoger entre conservación, protección de la naturaleza y desarrollo”, destacó Philip Muruthi, enfatizando que el bienestar de humanos y animales es inseparable.

