La explotación sexual infantil sigue avanzando en Puebla con una crudeza que ni las cifras oficiales ni el sistema de justicia alcanzan a dimensionar. Municipios como Puebla capital, Tehuacán, Izúcar de Matamoros, Huauchinango, Atlixco, San Pedro Cholula y San Martín Texmelucan concentran los delitos más graves vinculados con trata, corrupción de menores y grooming digital, alertan especialistas de la Universidad Iberoamericana Puebla y la organización internacional A21, presente en 86 países.
Aunque Puebla ocupa actualmente el sexto o séptimo lugar nacional en trata, la cifra real es mucho mayor: el 99% de los casos nunca se denuncia, lo que coloca a miles de niñas y adolescentes en una zona de completa invisibilidad. Tan sólo entre enero y septiembre de este año se registraron 2,848 víctimas de corrupción de menores, pero no existen datos desagregados que revelen cuántas son niñas explotadas sexualmente.
La Fiscalía General del Estado ha abierto 432 carpetas por trata en los últimos diez años, pero solo 19 terminaron en sentencia condenatoria, un indicador brutal de la impunidad. “La ausencia de refugios especializados para niñas víctimas es una carencia gubernamental grave”, advierte María del Rosario Arrambide, investigadora de la IBERO. El único albergue funcional proviene de la sociedad civil.
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A21 ha rescatado a más de 1,000 víctimas en el mundo, 230 en México y 12 menores poblanos, incluso uno localizado en Carolina del Norte. Uno de los casos más devastadores es el de una joven poblana de 16 años explotada durante años dentro de un túnel, forzada a atender hasta 20 hombres al día y sometida mediante la maternidad forzada. Ella pertenece al 2% que logra escapar.
El mundo digital profundiza la crisis: según la Red Grooming Latam 2024–2025, seis de cada diez menores hablan con desconocidos, se exponen a IA sin filtros, retos virales y contenido sexual. La frontera entre casa y peligros desapareció.
A21 señala señales de alerta clave: aislamiento, cambios de conducta, múltiples celulares, exceso de mensajes, variación drástica en apariencia y dependencia emocional o económica hacia un adulto extraño. Las redes criminales enganchan a menores mediante promesas irreales, drogas o embarazos forzados, volviéndolos altamente manipulables.
La explotación sexual infantil en Puebla se sostiene por un triángulo devastador: impunidad, ausencia de refugios y normalización digital del contacto con extraños. Especialistas insisten: la única salida real es prevención temprana, educación digital, participación comunitaria y un Estado que realmente invierta en protección. Como resume A21: “Restaurar vidas dañadas cuesta más que prevenir su destrucción”.
Información de Quadratin

