Encuestas

A estas alturas, miles de poblanos seguramente recibieron una llamada efectuada por una casa encuestadora que les solicitó su opinión respecto al trabajo realizado por los gobiernos de Morena, tanto federal como estatal y municipal. En la grabación destacan dos preguntas: en la primera se pide a las personas una evaluación de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, después del gobernador, Alejandro Armenta Mier y, por último, del alcalde capitalino, José Chedraui Budib. En un segundo planteamiento, se solicita a los ciudadanos que opriman un número para demostrar su aceptación o proclividad por alguna de las tres figuras mencionadas. Todo, después de la marcha de la Generación Z del sábado, del discurso en contra de esta movilización desde Palacio Nacional, el Centro Integral de Servicios de Angelópolis y las distintas sedes de las dirigencias del partido Morena, que señalaron la presunta intención de desestabilizar a las administraciones emanadas de este instituto político, por parte de una oposición que, desde su punto de vista, prácticamente es inexistente. En este sentido, el presidente en funciones del Partido Revolucionario Institucional en Puebla, Juan José Castro, afirmó que el tricolor decidió no intervenir en el movimiento, aunque coincidió con las demandas expresadas por los jóvenes. Incluso, condenó aquellas descalificaciones que provinieron desde el Gobierno de México. Sea como sea, la realidad es que a los gobiernos emanados de Morena les interesa saber la opinión de los electores después de las marchas en distintas ciudades, pero especialmente después de algunos sondeos que indican una baja en la popularidad de la mandataria federal, quien ha sido dura en sus expresiones en contra de la Generación Z, la cual, tal parece, seguirá movilizándose en el país. ¿Será?

Tauromaquia

La protesta realizada ayer en la explanada de la Plaza de Toros El Relicario durante su aniversario expone, una vez más, el choque entre dos formas de entender la cultura: la que se sustenta en la tradición y la que apuesta por la transformación ética de los espacios públicos. Los aficionados a la fiesta brava alzaron la voz, portando carteles y ejecutando suertes taurinas como un acto simbólico para defender un recinto inaugurado en 1988 y que, para ellos, representa un legado histórico. La manifestación, pacífica y cargada de nostalgia, intenta posicionar la tauromaquia como un elemento identitario que merece conservarse. Sin embargo, es necesario cuestionar si la preservación de una tradición es argumento suficiente para mantener viva una actividad que genera rechazo social. La tensión no radica sólo en la posible demolición de un inmueble, sino en la disputa por el significado de lo que la sociedad decide mantener como parte esencial de su patrimonio. Mientras el gremio taurino defiende su espacio físico y simbólico, el debate público exige una discusión más profunda: una que no se limite a consignas, sino que confronte las transformaciones sociales que hoy ponen en entredicho aquello que antes se daba por sentado. Recordemos que, cuando se prohibió el uso de animales en los circos, muchos terminaron abandonados, hambrientos y enfermos en terrenos abiertos. ¿Qué pasará con el toro de lidia y la industria ganadera que los cría?  Además ¿qué tipo de prácticas deben ser protegidas bajo el paraguas de la cultura y cuáles deben ser reevaluadas bajo criterios contemporáneos de bienestar y derechos? La respuesta no es sencilla y la demolición de El Relicario tampoco resolverá el dilema. ¿Será?

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