El presidente estadounidense Donald Trump recibió a Ahmed al Sharaa, líder sirio, en la Casa Blanca, en un encuentro histórico que marca el regreso de Siria a la escena internacional.
La reunión, realizada a puerta cerrada, simboliza un giro diplomático importante: de ser considerado enemigo a asumir un rol legítimo en la política mundial.
Al Sharaa, de 43 años, lideró la coalición rebelde que derrocó a Bashar al Asad, finalizando más de cinco décadas de gobierno familiar en Siria.
Durante años, Washington ofreció 10 millones de dólares por su captura, por su liderazgo en Hayat Tahrir al-Sham, antigua filial siria de Al Qaeda. Sin embargo, su reciente postura moderada cambió la percepción estadounidense.
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El acercamiento entre Estados Unidos y Damasco redefine el equilibrio estratégico en Medio Oriente, preparando a Siria como actor clave en futuros planes de paz.
Trump destacó que Siria puede ser un país “muy exitoso” y afirmó que Damasco será una “parte importante” de su estrategia regional, aunque sin comprometerse sobre acuerdos con Israel.
Siria integrará la Coalición Global contra el Estado Islámico y reabrirá su embajada en Washington, cerrada desde 2012. Además, se suspenderán sanciones de la ley César, buscando su derogación definitiva en el Congreso estadounidense.
El arribo de Al Sharaa fue discreto y sin los honores habituales, y anunció que los conflictos por los Altos del Golán complican la paz. Estados Unidos planea una base militar cercana a Damasco con fines humanitarios y de observación.
El analista Nick Heras señaló que la reunión refleja un cambio de narrativa: Trump muestra que Al Sharaa no es un terrorista, sino un líder flexible que reforzará la posición de Siria en la región.

