México está sumido en un estancamiento económico patente, coincidente con el proceso político iniciado el sexenio pasado y precipitado desde 2024 con una caída severa de la inversión. Esa condición es la seña de identidad dominante con que se presenta el nuevo año, junto con la de una alta incertidumbre tanto por factores externos como internos. 

No se ve que eso pueda cambiar mucho, al menos en el primer semestre, con el TMEC a revisión. Formalmente, ésta comienza en julio, aunque de facto inició desde la toma de protesta de Donald Trump. El proceso puede llevar a la extensión del tratado, pero también, aunque no esté en los estatutos, a su renegociación o rompimiento, como ha amenazado el presidente de Estados Unidos. 

En paralelo, como ha señalado el economista Julio A. Millán, México cierra 2025 afrontando una encrucijada que no se limita al frente externo: con el Gobierno de la “Cuarta Transformación” en su séptimo año y las elecciones intermedias de junio de 2027 en el horizonte, además de otra reforma electoral que podría apuntalar la reversa en nuestro Estado democrático de derecho.

Como dice Millán, el país se prepara para transitar un 2026 marcado por profundas tensiones políticas y vulnerabilidades económicas. Con una frágil gobernabilidad imponiendo importantes riesgos para la inversión, el crecimiento y la cohesión social.

El entorno económico luce menos adverso al de 2025, tanto en crecimiento como en inflación y condiciones fiscales y financieras. Pero no demasiado, y nuevamente, con altísima incertidumbre.

Como ha destacado Ernesto O’Farrill, es el segundo año de Gobierno federal, y en los segundos años normalmente avanzan los programas de inversión, como ahora debería ser el caso con el Plan México. 

Pero el gran freno es la escasez de inversión privada y su efecto en el crecimiento, y no se ve cómo revertir esto a corto plazo ante los factores que la afectan, incluyendo la pérdida de la autonomía de los organismos autónomos reguladores y la contrarreforma del Poder Judicial.

El Mundial de Futbol puede generar una derrama económica importante vía inversión pública y privada, así como en turismo, pero no como para modificar mucho el estancamiento vigente, el cual, como hemos señalado en otras ocasiones, tiene causas estructurales.

En cuanto al crecimiento del PIB, lo que se anticipa es la prolongación del bajo desempeño de los últimos años tomados en conjunto: siete años con un avance promedio anual cercano al cero. Si lo que importa sale bien con el TMEC, podemos esperar una mejoría en la segunda mitad del año, pero difícilmente creceremos más de 1.3% anual, como apunta la última encuesta de Banco de México. Significativamente mejor que el 0.4% con que cerraría 2024, pero muy lejos de las necesidades del país. 

Con el motor de la inversión en mínimos, no puede esperarse mucho más, dadas las implicaciones en la generación de empleo y, consecuentemente, en el consumo. 

Los analistas de Bursamétrica estiman una contracción adicional del 3% real anual en la inversión fija bruta. Efectivamente, esto afecta al empleo, sobre todo al formal y de calidad. De tal forma, la informalidad podría seguir creciendo para pasar de 57% o más del total. 

Se estima una creación de 450 mil plazas nuevas en el sector formal. Buena expectativa, viniendo de un avance raquítico en 2025. Pero, desde luego, no alcanza. Como comentó el periodista económico Enrique Quintana sobre los datos de noviembre del IMSS: poco más de 48 mil plazas suena bien, pero es el número más bajo para ese mes desde la pandemia.

En cuanto a la inflación, se anticipa un repunte de las presiones en los primeros meses por incrementos en perecederos, nuevos aranceles y el alza de los salarios mínimos, nuevamente extraordinaria. Se estima que alcanzará más de 4.5% anual al cierre del primer trimestre para descender lentamente a menos de 4% al cierre. 

Respecto a la tasa de interés, los mercados esperan que Banco de México siga reduciendo la referencia, estimando que la asiente en 6.5 por ciento. No se ve que el tipo de cambio aumente mucho, considerando el debilitamiento del dólar ante la mayoría de las divisas: la encuesta de Banco de México apunta a 19.12 al cierre.

En suma, no una crisis, sino estancamiento, con todas sus consecuencias.

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