La lectura en México atraviesa una crisis estructural: entre 2015 y 2024, el porcentaje de personas alfabetas mayores de 18 años que afirma leer libros, revistas, periódicos, historietas o páginas web cayó de 84.2% a 69.6%, una reducción de 14.6 puntos que especialistas atribuyen al escaso impulso lector en la infancia y al auge de las redes sociales, hoy convertidas en la principal competencia por la atención pública.
Aunque el Inegi reportó una ligera contención —pasó de 68.5% en 2023 a 69.6% en 2024— la serie histórica del Módulo sobre Lectura (MOLEC) evidencia un deterioro sostenido por casi una década, alertando sobre la fragilidad del hábito lector en adultos.
La última edición del MOLEC incorporó por primera vez a personas desde los 12 años, elevando el registro total a 79.1%. El grupo de 12 a 24 años destacó con 89.1% de lectores, mientras que quienes cursan o cursaron educación superior alcanzaron 93.8%, convirtiéndose en un sector cautivo debido a las exigencias escolares.
Sin embargo, la mayoría de la población sigue sin leer. El doctor Sergio López Ruelas, director del Sistema Universitario de Bibliotecas de la UdeG, advierte que esto responde a falta de promoción temprana, escasos incentivos familiares y el dominio de dispositivos digitales que operan como “gran distractor”. Además, señala que las bibliotecas públicas están “golpeadas, sin acervos ni infraestructura”, como evidencia la Biblioteca Camantintin, en Chimalhuacán, donde la baja asistencia y los ejemplares deteriorados muestran el abandono institucional.
En contraste, la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, dentro del Bosque de Chapultepec, opera con presupuesto especializado, lo que permite conservar acervos históricos y atender a un público focalizado. Su subdirectora, Arely Ortiz, detalla que reciben entre 20 y 30 usuarios presenciales al día y alrededor de 100 consultas digitales, demostrando que los recintos especializados mantienen vida, aunque el país siga perdiendo lectores.
La tendencia plantea un desafío urgente: sin políticas públicas sólidas y sin una estrategia familiar que recupere el gusto por la lectura, México corre el riesgo de profundizar una generación desconectada del conocimiento y atrapada en el consumo inmediato de contenidos digitales.

