El Reino Unido ha intensificado su estrategia contra las amenazas híbridas provenientes de Rusia y China, marcando un giro firme en su política de seguridad nacional. El gobierno del primer ministro Keir Starmer, en coordinación con Estados Unidos y Australia, impuso sanciones a proveedores de alojamiento digital vinculados a redes de ransomware, acusados de facilitar ataques directos contra las economías occidentales.
Las medidas alcanzaron a Media Land, su filial ML.Cloud y al presunto líder criminal Alexander Volosovik, así como a Aeza Group, señalando a Rusia como un refugio seguro para el cibercrimen internacional. Paralelamente, Londres dirigió su atención a China, sancionando a i-Soon e Integrity Tech, empresas acusadas de espionaje digital masivo y de vulnerar más de 80 sistemas gubernamentales.
Estas acciones se dan tras revelarse la operación SALT TYPHOON, una campaña de ciberespionaje asociada al aparato de seguridad chino. A nivel interno, el MI5 alertó sobre agentes que usan LinkedIn para reclutar a políticos y académicos, lo que derivó en propuestas de controles más estrictos al financiamiento político y capacitaciones obligatorias en seguridad digital.
Autoridades como Yvette Cooper y la jefa del MI6, Blaise Metreweli, advierten que la desinformación impulsada por inteligencia artificial se consolida como un arma clave. Para el jefe militar Richard Knighton, la respuesta debe ser una acción de toda la nación, donde la conciencia cívica y la resiliencia digital sean tan cruciales como la defensa armada tradicional.

