Garganta Profunda
Por Arturo Luna Silva /@ALunaSilva
Más allá de los quejidos emitidos en la rueda de prensa ofrecida el pasado lunes 19 por Eduardo Rivera, Rafael Micalco, Juan Carlos Mondragón y Humberto Aguilar, está el sentimiento de quienes han sido sus prosélitos o simpatizantes al ir entendiendo que si Rafael Moreno Valle se hizo del PAN fue porque estos personajes se lo entregaron de la manera más torpe que pudieran imaginar: a cambio de nada.
Cuando ellos eran los dueños del partido impedían que alguien a quien no pudieran manipular llegara a una dirigencia partidista o candidatura, y cuando alguien no tripulable lo lograba, lanzaban todo tipo de denuestos y complots en su contra.
Con frecuencia, para impedir que ocurriera, acudían a la oportuna expulsión de algún líder natural que con seguridad ganaría la presidencia de un Comité Directivo o una candidatura; lo hacían mediante el más insignificante pretexto que era desechado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife), pero había pasado el momento en que se definía dicha posición y la persona quedaba fuera de la jugada.
Así fueron marginando a sus cuadros más competitivos e inflando a escuálidos dirigentes y candidatos incapaces de ganar elecciones pero que les daban ocasión para tratar y contratar con el poder real. Así, Lalo Rivera negoció la candidatura de Paco Fraile para asegurar la victoria de Mario Marín, quien en su momento les retribuyó ampliamente.
En los años de crisis (1970-2000) muchos de ellos salían en precaria situación económica, lo que facilitó el sometimiento ante aquellos que distribuían chambas. Así, los mediocres vividores que pudieron controlar al PAN (tras bambalinas o como mascarones de proa) tuvieron una legión de personas de “confianza” con las que empezaron a hacer “trampitas inocentes” en asambleas, convenciones y órganos directivos, hasta que poco a poco se hicieron traficantes y adictos a puestos de poder que quedaron en meras chambitas.
Sabiéndose incapaces de ganar una elección y repudiando a los mejores cuadros que tenían, actuaron como las ranas de la fábula de Esopo, quienes, cansadas de su propio desorden y anarquía, decidieron elegir a una reina de entre ellas, pero con nulo éxito, ya que nunca se pusieron de acuerdo bajo el argumento de que si todas eran iguales, ¡cómo una de ellas podría ser su reina!
Para resolver el entuerto, pidieron a Zeus –padre de los dioses– que les enviara una.
Él atendió su petición y, en efecto, se las envió, pero como reina de las ranas escogió a una enorme cigüeña que al llegar al estanque las fue devorando una a una, sin piedad.
Las ranas que sobrevivieron imploraron a Zeus que las liberara de aquel tirano, pero él les respondió: “sufrid los resultados de vuestras fastidiosas súplicas; pues con tanta ansia pedían una reina, que ella gobernara siempre sobre vosotras”.
Eso es justamente lo que les pasó. Por ambición y mezquindad, relegaron a los verdaderos líderes que había entre sus filas y trajeron a alguien ajeno para gobernarles, el mismo que ahora sujeta ese espacio que ellos con anterioridad dominaban.
Es evidente su desesperación ante la osteoporosis (desmoronamiento de los huesos) que les aqueja.
Lalo Rivera no se imagina a sí mismo sin un cargo público y exige: “pregunten a Ricardo Anaya por qué no hay sanciones para Moreno Valle” (publicación en La Jornada de Oriente el 21 de junio de 2017), mientras Anaya responde: “no está en la agenda del CEN discutir ese tema” (ibídem), y pretenden mantener la disciplina de su grupo con falsas expectativas de que retomarán el control del partido.
Ya sea con Moreno Valle, Anaya o los Calderón, es muy poco probable que lo logren. Todos los conocen y les saben incompetencias, falsedades y traiciones, de manera que quien logre el control del partido a nivel nacional pondrá en Puebla a alguien que sí dé buenos resultados (no como el cuarto lugar en el Estado de México).
Juan Carlos Mondragón hizo candidato a Rafael Moreno Valle; Rivera fue alcalde gracias a la exitosa campaña y estrategia electoral de éste, tuvo una mediocre gestión y es incapaz de responder por sus actos cuando sufre lo mismo que él le hizo a Luis Paredes, y no se debe olvidar que decían que Micalco era (¿o sigue siendo?) el chofer de Lalo. No tienen estatura de líderes; supieron manipular los procesos internos del partido y negociar con el poder real, pero por su cobardía han sido ninguneados por Calderón, Moreno Valle y Ricardo Anaya.
Ahora hay un claro sentimiento de rechazo dirigido a quienes por incompetencia, falsedad y tibieza entregaron el partido a Moreno Valle, no sólo por parte de Anaya y los Calderón, sino de aquellos que bien intencionados les siguieron sin percatarse de la calaña de quienes les fueron presentados como sus líderes.
Hoy lloran como ranas lo que no supieron defender como hombres, a pesar de que muchos les advertimos lo que pasaría con la llegada de Rafael Moreno Valle al PAN.
El CASO LUIS PAREDES
Por cierto: el pretendido frente común yunquista formado al amparo de Lalo Rivera, incapaz de enfrentar solo la embestida de Luis Paredes –quien lo demandó por daño moral–, tuvo una inmediata y altamente eficaz respuesta por parte del morenovallismo, al cual sin escrúpulo alguno le reclamaron “apertura”, “diálogo” e “inclusión”.
Más tardaron en juntarse para la foto los citados Rivera, Mondragón, Humberto Aguilar y Micalco, que Francisco Fraile (el pastor e “inventor” de Lalo) y Pablo Rodríguez Regordosa (el verdadero Príncipe de El Yunque) en aparecer al lado de la secretaria General del Comité Directivo Estatal del PAN, Martha Erika Alonso, en una gira de trabajo por la Mixteca poblana.
La resurrección de Fraile estuvo acompañada por otra reaparición, la del ex dirigente estatal Ángel Alonso Díaz Caneja, quien fue objeto de un homenaje del PAN morenovallista por sus más de 30 años de militancia.
Si se decodifican correctamente ambos sucesos, el mensaje de fondo fue tan obvio como contundente: en el PAN todos tienen cabida pero sin chantajes.
Para nadie es un secreto que voceros de Lalo Rivera han condicionado el diálogo a una negociación in extremis de su inhabilitación para ejercer un cargo público durante 12 años por irregularidades en sus cuentas públicas cuando era presidente municipal de Puebla.
Invariablemente la respuesta ha sido negativa, y bajo un sólido argumento: el tema no está en el ámbito del partido, sino en el del Poder Legislativo y la Auditoría Superior del Estado (ASE).
En todo caso, el diálogo se construye a partir del arte de la política, no de los lloriqueos ni desde el pedestal de la victimización; Lalo Rivera dinamitó los dos únicos puentes que le quedaban con el morenovallismo: el gobernador Tony Gali y el alcalde Luis Banck –una historia que en breve voy a contar–.
Hoy, Eduardo Rivera está más solo que una rana en una balsa perdida en medio del océano Atlántico.
