
La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Atrapado en el túnel del tiempo, Fernando Manzanilla, el Bueno, denuncia hoy todo lo que Fernando Manzanilla, el Malo, desmintió en su momento.
En un reciente reportaje de Proceso, nuestro personaje revela lo que se guardó por años:
Que el gobierno para el que trabajó realizó espionaje a diestra y siniestra, menos él.
Pero vayamos a los orígenes, hipócrita lector.
En una carta que data de septiembre de 2012, el vocero de Manzanilla acusó al periodista Álvaro Delgado y a sus fuentes de fantasiosos.
¿La razón?
Que Proceso había publicado días atrás un reportaje en el que se decían cosas como éstas:
“El 8 de junio, (Rodolfo) Ruiz se reunió con el titular de la Procuraduría de Justicia del Estado, Víctor Carrancá, quien le dijo que tenía instrucciones del secretario de Gobierno, Fernando Manzanilla, de esclarecer el caso (de espionaje), pero que éste ‘se había molestado cuando se le informó que las personas que se investigaban trabajaban para áreas de la Secretaría General de Gobierno’.”
“’Me indicó –afirma Ruiz – que éste era el segundo asunto que se presentaba en la Agencia de Delitos de Alto Impacto, pues antes de mi caso se presentó uno similar con el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez. (…) Ruiz se reunió con Manzanilla el 12 de junio para conocer el avance de las investigaciones y éste le confirmó que, en efecto, los espías eran del gobierno del estado y que por esa razón había sido despedido Abraham Sánchez como director de Información del Centro de Análisis y Prospectiva (CAP), cuyo titular es Héctor Arrona Urrea.
“Según la declaración de Ruiz en la averiguación previa, Manzanilla le informó que a Hernández se le encontraron ‘fichas de diversos personajes públicos, entre ellos Marta Érika Alonso’, esposa del gobernador, y aseguró que fue Arrona el que le ordenó ‘la elaboración de fichas de diversos personajes públicos’.”
El vocero de Manzanilla escribió que la Secretaría General de Gobierno y la Procuraduría General de Justicia (…) “rechazan haber tenido relación alguna con las acciones que describe el señor Álvaro Delgado (…) y se deslindan de cualquier situación como las que fantasiosamente él y sus fuentes describen”.
Esto es, según deja entrever la carta aclaratoria, que Manzanilla no se molestó cuando se le informó que las personas que se investigaban trabajaban para áreas de su Secretaría, que nunca dijo que éste era el segundo asunto que se presentaba en la Agencia de Delitos de Alto Impacto, que nunca le confirmó a Ruiz que los espías eran del gobierno del estado y que no reveló que al espía del CAP se le encontraron fichas de diversos personajes públicos, entre ellos Marta Érika Alonso, esposa del gobernador.
Este domingo, instigado por quien esto escribe, Manzanilla respondió en Twitter ––con un español que deja mucho que desear tratándose de alguien que estudió en el ITAM y en Harvard––:
“Lo que yo dije hace 5 años (…) es lo mismo que digo hoy. La SGG no operó ninguna red”.
“No leíste bien el reportaje de Proceso. Ahí dice que hasta diste de baja a un espía. No das de baja a quien no trabaja para ti”, le respondí.
“Esa gente fue dada de baja justo porque cobraban ahí”, acotó.
“¿O sea que no controlabas la Secretaría que te dio tu jefe y cuñado (Rafael Moreno Valle)?”, le piqué las costillas.
En realidad, como dice el reportaje de la revista multicitada, el Centro de Análisis y Prospectiva (CAP) ––desde donde Manzanilla el Bueno dice ahora que se practicaban labores de espionaje–– era un órgano adscrito a la Secretaría General de Gobierno, de la que nuestro héroe fue titular cuando menos dos años.
Es difícil imaginar a un secretario más receloso que Manzanilla.
Todo pasaba por él.
Nada escapaba a su escrutinio.
Incluso desde su teléfono privado pedía favores a diversos columnistas locales para “golpear” a personajes como Eduardo Rivera Pérez, a la sazón alcalde Puebla, o Juan Carlos Lastiri, naciente subsecretario de la SEDESO federal, de quien aseguraba tener información bancaria confidencial.
Antes de que las incongruencias lo alcanzaran, Manzanilla el Malo se lavó la cara y terminó convertido ––así lo cree él–– en Manzanilla el Bueno.
En ese pasado brumoso quedan tramas macabras que están ligadas a toda clase de excesos.
La lista es infinita y divertida
Hoy por hoy, siempre metido en esa dualidad esquizofrénica, Manzanilla el Bueno tiene una Fundación para la felicidad y se autodenomina “el hombre más feliz del mundo”, por arriba del locutor Don Francisco y de Güicho Domínguez, su compañero de partido en MORENA.
Todos los días sube a su timeline de Twitter los más patéticos pensamientos a la manera del “Sí merezco abundancia” de la esposa de Javier Duarte.
Uno de los más recientes habla de la gratitud: cosa curiosa para quien es cuñado, y fue funcionario y amigo cercano, de Rafael Moreno Valle, a quien le pega todos los días en redes.
“Las personas que más felicidad sienten, encuentran cada día motivos para sentirse agradecidas y así lo transmiten tanto verbalmente como por escrito a las personas que les rodean”.
No es Jorge Bucay.
No es Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Es Fernando Manzanilla, el Bueno.
El Extraño Caso del Extraño Mondragón
Hay varias cosas que llaman la atención en Manolín y Shilinski (Juan Carlos Mondragón y Eduardo Rivera Pérez o Eduardo Rivera Pérez y Juan Carlos Mondragón).
Una de ellas:
¿Cómo le han hecho para vivir sin trabajar durante tanto tiempo?
Rivera, por ejemplo, tuvo un último trabajo el 14 de febrero de 2014, cuando dejó ––quebrada–– la alcaldía de Puebla.
Desde entonces no se le conoce ingreso alguno.
Mondragón, en tanto, una vez que fue defenestrado del Comité Directivo Estatal del PAN ––hace unos cinco o seis años–– se ha dedicado a una actividad gozosa y redituable: la de ser un eterno becario.
Con una beca estuvo en Harvard, luego llegó Bristol, luego los Institutos Patrulla…
El caso es que lleva años sin un trabajo visible.
Hoy mismo está en Sao Paulo, Brasil, a costillas de quién sabe qué universidad.
¿Será la misma que lo ha becado ininterrumpidamente?
¿Será ésa que encabeza Luis Ernesto Derbez En Cuando?
Lo normal, dice la regla, es que una universidad les otorgue becas a sus graduados.
Lo anormal es que ocurra lo contrario.
El caso que nos ocupa es de antología:
Un egresado de la UPAEP ––Mondragón–– fue becado por el rector de la UDLAP ––Derbez.
Y no sólo eso:
Primero lo arropó como particular de pipa y guante.
¿Qué demonios andan sueltos detrás de esta historia?
