Para Víctor Díaz Palacios un político no es nadie cuando echa mano de sus cargos públicos; espera que la técnica usada por el ex delegado de Sagarpa no sea una práctica cotidiana en el tricolor
Por Mario Galeana
“En la política las coincidencias no existen”, dice tajante Víctor Díaz Palacios. Es una mañana gris en la ciudad de Puebla y por el Centro Histórico deambulan pocos carros. Los negocios, en su mayoría, aún están cerrados.
Lo de las coincidencias surge cuando le pregunto al tres veces diputado federal si es o no casual que Alberto Jiménez Merino haya sido nombrado delegado de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) días después de que se filtrara a los medios que renunciaría al PRI para afiliarse a Morena.
Y Díaz Palacios, uno de los poblanos más cercanos al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, dice que en su nombramiento no hay coincidencia alguna: hay chantaje.
“Yo no estoy de acuerdo en que se ocupe el chantaje y la amenaza. ¿Quién le va a tener confianza a esta persona? Si dices que te vas del partido para afiliarte a otro, y al día siguiente tienes un cargo del gobierno federal y rápidamente te subes al barco para ser tomado en cuenta como candidato a gobernador, nadie –nadie– va a apoyar ese proyecto en su sano juicio”.
Y así, de un plumazo, Alberto Jiménez Merino ha desaparecido de la senda electoral de 2018.
La promoción, fuera del erario
“Me entra la curiosidad con estos casos: ¿Sólo puedes vivir del gobierno? ¿Sólo puedes vivir a expensas del partido? ¿No tienes la capacidad para que, dentro de la iniciativa privada, obtengas tu sustento?”, pregunta al entrar a una pequeña cafetería cercana al Carolino.
Díaz Palacios es oriundo de la Sierra Norte, la región que lo ha llevado a tres legislaturas federales distintas a lo largo de su carrera política. Para él, “la vida está basada en hechos y resultados”.
Y un hecho, dice, es que un político es nadie cuando, necesariamente, debe echar mano de sus cargos en la función pública o en su partido para posicionarse en el electorado.
“Cuando he sido candidato jamás he estado en el partido o en el gobierno. Cuando se llega montado en programas y proyectos del gobierno –que además es una obligación de los funcionarios entregarlos– y con eso te quieres promocionar, pues entonces no tiene ninguna valía. Porque te quitan eso y no eres nadie. Y tan no eres nadie que tienes que recurrir al chantaje”.

Y un resultado claro, dice de nuevo, quedó de manifiesto en la jornada electoral del año pasado, en la cual Alberto Jiménez Merino tuvo la coordinación de campaña sin candidato, “los votos no se dieron de acuerdo a lo que había manifestado”.
—¿Sabe cómo fue la negociación por la que Jiménez Merino obtuvo la delegación en Conagua?, le pregunto.
— Mira, no me gusta especular ni aventurar a lo que pudo haber sido. Yo doy cuenta de lo que se manifestó en varios medios: por coincidencia él obtiene el cargo dentro del gobierno y entonces se acaba el rumor de que se iría a otro instituto político, y ahora parece que sigue impulsando la posibilidad de ser el candidato. Yo tengo la misma pregunta: ¿quién va a confiar en una persona que un día antes dice que cambia de partido?
—¿Puede el chantaje convertirse en práctica cotidiana dentro del PRI?
—Aspiro a que no sea la tónica que se siga. Que realmente salgan los perfiles que puedan darle la posibilidad al PRI de obtener triunfos. En mi partido la puerta es muy grande. Para entrar y para salir, eh. A nadie se le obliga a permanecer en él. No hace falta el que se va, ni sobra el que está. Que les quede claro a todos. Nadie por encima del PRI.

