Ambos, con la fortuna de tener padres insertos en la política, han tenido una historia privilegiada. Embonan en la estirpe bautizada como el “mirreynato”

 

Por Mario Galeana

Son privilegiados. Un día abordan un avión para gozar del sol de República Dominicana y otro se calzan los esquís y eligen la nieve de las montañas de Colorado.

Las de José Gustavo Garmendia Palomino y José Ramón López Beltrán eran vidas paralelas que no se tocaban hasta que se creó Morena.

El primero, un ex funcionario municipal de San Andrés Cholula inhabilitado, llegó al partido por la mano de Fernando Manzanilla Prieto. El segundo es, sencillamente, uno de los tres hijos de Andrés Manuel López Obrador, dos veces candidato presidencial y líder nacional de Morena.

Sea por la entrega de permisos irregulares para casinos, o a la sombra de la carrera política de su padre, ambos han tenido una historia privilegiada.

A José Gustavo, por ejemplo, le encanta viajar. Sólo en 2015 el ex titular de Desarrollo Urbano y Ecología presumió en sus redes sociales paseos en Punta Cana, República Dominicana; a Atenas, Grecia; y al mítico Camp Nou, en España, el estadio que vibra cada vez que Leo Messi hace una gambeta.

De José Ramón puede decirse lo mismo. Siendo coordinador General de Morena para la jornada electoral de este año en el Estado de México, el primogénito de López Obrador se dio tiempo para la adrenalina.

A principios de este año, una fotografía de él cundió las redes sociales: con la mirada fija hacia la cámara, José Ramón sostiene un bastón de esquí y a su espalda un manto luminoso de nieve se extiende sobre las montañas de Vail, Colorado, en Estados Unidos.

Quien filtró la fotografía añadió una sencilla cotización del viaje: 74 mil 493 pesos por una semana en la “más grande y popular estación de esquí de América del Norte”, versa cada anuncio publicitario de las agencias turísticas.

Las vidas de Garmendia Palomino y de López Beltrán parecen insertarse sin abolladuras en la estirpe que el periodista Ricardo Raphael bautizó como el “Mirreynato”, caracterizado por el despilfarro ostentoso.

Y, también, por la impunidad. José Ramón, por ejemplo, fue noticia en mayo de 2001. Mientras su papá era jefe de Gobierno en la Ciudad de México, chocó una camioneta Cherokee adscrita al área de logística de esa administración.

Su padre dijo a las cámaras, un día después, que desembolsó 15 mil pesos de sus propios recursos para pagar el deducible del siniestro.

En ese entonces Garmendia Palomino era apenas un adolescente de 14 años que entrenaba futbol a diario. El 10 de septiembre de 2006, un domingo soleado, debutó en la Liga de Ascenso MX ostentando la playera de los Lobos BUAP, que se enfrentó aquella tarde al Zacatepec FC.

Era un defensa aferrado al balón, que corría por la banda con el corazón bombeándole sin tregua. Pero no era bueno, o al menos no lo suficiente, y su carrera terminó. Se hizo burócrata y, en 2014, funcionario de San Andrés Cholula.

Los permisos irregulares para el casino Baviera y otras de sus anomalías como servidor público apenas iniciaban y muy lejos estaba de imaginar que, de una u otra forma, su vida se enlazaría a la vida del primogénito de López Obrador.

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