Encrucijada

Por Luis Antonio Godina / [email protected]

Mucha tinta se ha gastado en intentar explicar la relación entre México y Estados Unidos.

Muchos analistas han vertido opiniones sobre la manera como México debe conducirse ante su vecino.

Muchas han sido las versiones sobre lo que los presidentes de México y Estados Unidos han conversado.

Aquellos que viven en constante conflicto, que desprecian todo lo que ocurre en México y que critican, sin cesar, los actos de gobierno, ayer sufrieron un golpe directo a la mandíbula cuando un diario estadounidense The Washington Post publicó la transcripción de una conversación entre el presidente mexicano Enrique Peña Nieto y el de Estados Unidos, Donald Trump.

Y es que esa conversación sólo muestra una cosa: el presidente Enrique Peña Nieto actuó, simplemente, como un presidente, aunque suene a perogrullada.

Muchos queremos que nuestro presidente actúe así, con altura de miras, responsabilidad, firmeza y decoro ante el mandatario de Estados Unidos, el auto definido como el país más poderoso del mundo.

Algo que parece tan simple, como fijar una posición del gobierno de México, nunca lo ha sido, pero en esa conversación telefónica podemos darnos cuenta que el presidente Peña lo hizo con respeto.

Lo que el presidente de México dice al de Estados Unidos es lo que muchos mexicanos quisiéramos decirle a nuestro vecino, aunque también me queda claro que muchos quisieran ver a un mandatario débil.

Leer a muchos criticar lo que el presidente Peña hizo ante Trump nos invita a reflexionar sobre el país que queremos.

¿Realmente queremos un país dividido, fragmentado?

¿Realmente queremos un país donde lo que predomine sea la violencia verbal entre los políticos?

¿Realmente queremos un país en donde lo único que sea imposible de construir sea la unidad?

La mezquindad en la política no puede estar de moda.

Un político es tan grande como su capacidad para admitir errores propios y reconocer aciertos de los adversarios.

Escuchar al presidente Nicolás Maduro lanzar epítetos hacia el presidente Peña es, por decir lo menos, lamentable. Este dictador quizá pueda dar clases de violación de derechos humanos, de violentar la ley, de someter a opositores, de asesinar a quienes no están de acuerdo con él, pero no tiene autoridad para hablarnos de democracia.

La conversación entre Peña y Trump es sólo una muestra de que México tiene una posición digna.

Nada más, pero nada menos.

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