La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
¿Usted no es experto en computadoras? ¿Usted apenas dio el salto de la máquina de escribir a estas cosas del demonio? Cuidado. Si se fía de los comandos que parecen tan fáciles, podría perder sus textos.
Esta es la triste historia de una aspirante a escritora que, después de casi un año sin poder redactar nada decoroso, se sentó frente al ordenador y escribió y escribió durante 12 horas.
Parecía que alguien le estaba dictando, porque las palabras fluían sin contratiempos. Cada frase en su lugar, cada coma, cada punto. Todo estaba perfecto. Terminó rendida de tanto escribir.
Guardó como se debe el archivo y decidió pararse para comer algo. Comió. Y mientras comía iba releyendo el texto. Un cuento.
Guau, decía ella. ¿En verdad escribí esto después de ser lo más parecido a un mojón estéril? Ella estaba orgullosa. Tan orgullosa y feliz que fue al refri y abrió una chela para festejar “su regreso” al trabajo formal.
Terminó de comer y decidió comenzar las correcciones. Cuando uno está de vena, dijo para sí, hay que echarle todo el fua al asunto. Vamos a ver… esta palabra no se escribe así. Es un nombre propio, hindú, muy extraño. Así que abrió Wikipedia y copió el nombre correcto. Regresó a Word y lo suplió por la palabra mal escrita.
Apreció entonces ese cuadrito que dice “conservar formato del texto”. Ella, antes de picar sí, guardó el archivo con el cambio que acababa de realizar. Picó “Sí”. ¡Pum! El texto que estaba debajo del cambio desapareció. Se puso nerviosa y quiso deshacer la operación. Le dio deshacer, y nada. Mil veces deshacer, y nada. Pulsó ctrl+z, y nada.
Apagó la compu y reinició, y nada. Le pegó a la puta computadora, y nada. Se dio tres topes en la pared, y nada. Lloró, y nada. Buscó respuestas en el Google sobre casos de estúpidos similares a ella que hacen la misma tontería, y nada.
Habló a su técnico, y nada. Nada había qué hacer. El que ella consideraba el cuento más decoroso que había escrito en su miserable vida, ya no existía. Por eso, querido amigo, usted no se fíe de los comandos del Word. Y no sea como ella, es decir, no sea huevón y tecleé correctamente la palabra a reemplazar. No vaya a ser el diablo y pierda horas y horas de trabajo.
Ya lo decía el abuelo, rey del lugar común: el flojo y el mezquino acaban andando dos veces el mismo camino.
