Esfera Pública
Por Elías Aguilar / @Elyas_Aguilar
A 11 meses de las elecciones, en Puebla, al menos mil políticos viven en un grave error sobre su imagen, y gastan dinero propio y de sus financiadores en elaborar productos que, lejos de ayudarlos, les juegan en contra.
Los (por lo menos) mil políticos que están fallando son los cientos de aspirantes a las candidaturas, que están preparándose para salir a pedir el voto, primero para ser postulados, y luego en busca del respaldo popular en la urna.
Aun cuando no está abierto todavía el calendario oficial electoral, los que quieren ir en la boleta de 2018 para gobernador o presidentes municipales, presidentes de juntas auxiliares, diputados locales, diputados federales y senadores ya se están moviendo.
El error se encuentra en las fotografías que están haciéndose. No son baratas ni pocas: imagen principal y posts para la FanPage, perfil en whatsapp, la de panfletos, los souvenires, la nota pagada, el boletín, la participación en un medio de comunicación, la oficial para televisión y varias poses para las frases que postean en redes como celebridades. Me refiero hoy sólo a la foto fija porque tanto el video, como las comunicaciones de texto y de voz tienen otra dinámica, aunque igualmente son parte de la imagen de un candidato.
Se equivocan porque las fotos que mejor pagan y que más les gustan tienen las características exactas por las que el ciudadano los rechaza completamente.
Me explico: hay hombres que eligen muy bien traje, corbata y camisa; los más informados combinan para proyectarse como “gente seria y profesional” pero, en sus áreas electorales meta, los votantes interpretan esa apariencia como propia de gente “alzada”, “pedante”, “que no se ensucia trabajando”. Algunas mujeres se fotografían con traje sastre y zapatillas impecables para electores que consideran que así son “pura pose”, “ni podrían trabajar” o “se ve que no caminan por mi calle”. Y luego se preguntan por qué no los quieren ni sus vecinos; la mala reputación la echan a andar ellos mismos, pues sus imágenes representan realidades fuera del contexto cotidiano del elector.
Sé lo que dicen los votantes desde hace muchos años, porque en grupos de enfoque los ciudadanos del mercado electoral expresan libremente la percepción que les generan las imágenes de los políticos que desean ganar su voto. Durante los últimos ocho años, debido al consumo de contenidos en redes sociales cuyo producto estrella es la imagen, se ha incrementado la sofisticación visual de los electores y se han vuelto más entusiastas y más firmes al compartir su juicio sobre la imagen de figuras públicas.
El tema no es trivial porque los políticos que en producir y difundir fotos que oprimen el botón de repudio popular evidencian que no están oyendo a los electores que quieren representar. Que no se están comunicando, que le rehúyen tanto a la crítica que mejor ni la ven y que en vez de tratar de enterarse de qué quieren y qué opinan los ciudadanos y actuar en consecuencia, desde algo tan básico como el aspecto –que viene a ser la tarjeta de presentación–, limitan su mundo al tamaño de su espejo, un espejo con lugares comunes de clase media, aspiracionales por lo general, que resalta la ostentación, la riqueza, sin empatía con la realidad que vive el 70% de la población, que son los que decidirán quiénes ocuparán los puesto de elección en la elección del 2018.
