La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

Tengo la mala (la pésima) costumbre de hacer casi todo desde el teléfono. Y todo es todo: comprar boletos, vender garras, pelearme, reconciliarme, dar alas, cortar cabezas, espiar, leer los periódicos, mandar felicitaciones, escribir columnas furiosas, tomar fotos, mandar fotos, cortar fotos, medir mis pasos, tomarme la presión, pagar mi teléfono, verificar mis saldos pendientes, escuchar música, hacer crucigramas, jugar Tetris, regañar a mi hija, consultar diccionarios, acusar de recibido mensajes de mis jefes, amenazar a mi marido, joder a mi marido, sonsacar a mi marido, ahuyentarle las zorras a mi marido,  sacarle la vuelta a mis familiares…

También pago lo que debo desde el teléfono. Las aplicaciones de mi banco son, en verdad, fáciles de usar y nunca tengo problemas. O no había tenido problemas hasta hoy, que quise realizar una transferencia de mi cuenta Bancomer a una cuenta HSBC. Ya lo había hecho antes y con mucho éxito, lo que sucedió en esta ocasión fue que no me pudieron proporcionar el número de tarjeta del destinatario del varo, así que no pasó la transferencia.

Es muy cómodo hacer todo desde el celular. Para una ermitaña como yo, es una maravilla, ya que salvo al mundo y me salvo a mí de ir cometiendo arbitrariedades en el tráfico. Antes de hacer casi todo desde el celular, salir a la calle en mi auto suponía una amenaza no sólo para mí y mi acompañante, sino para los demás neuróticos que, al igual que yo, van por la ciudad pensando en la mejor manera de exterminar a los tarugos que van admirando el paisaje y no le meten el turbo a sus urgencias. De hecho, desde que puedo hacer casi todo en mi teléfono, mi consumo mensual de gasolina ha disminuido considerablemente. Como quien dice me he vuelto una persona socialmente responsable, sin querer. Y digo sin querer porque no soy ni ecologista ni obediente con las normas de tránsito. A mí me gusta llegar pronto a mi destino y no hay una cosa que me desquicie más que la gente vaya papaloteando en el carro.

Últimamente salgo tan poco de mi casa que hoy que me vi obligada a salir por el fallo en la aplicación bancaria, vi con asombro cómo ha cambiado el paisaje circunvecino. Centros comerciales que hace dos meses no estaban ni en obra negra, aparecieron de pronto, como si un dedo gigantesco los hubiera armado a manera de Lego.

Hace un tiempo vi que alguien preguntó en Facebook cuál era el peor banco del país, es decir, cuál de los bancos daba un servicio más pinche. La discusión fue muy reñida, ya que casi todos los bancos y todas las sucursales dan un servicio pésimo al cliente.

Como yo no había tenido el infortunio de pararme en una sucursal desde hace meses, me aventuré a opinar que el peor banco era Banamex. Lo dije por abonar a la discusión. Lo dije por borrega, es decir, porque la mayoría de los invitados a la polémica decían que Banamex era el peor banco del mundo. Una mierda, sin duda. Luego le seguía HSBC.

En la mañana tuve que poner en riesgo mi vida y la de los demás al tomar mi auto y conducir hacia la sucursal más cercana de HSBC. Primer inconveniente: casi no tenía gasolina ni traía dinero para ir a cargar. Me arriesgué. ¡Total!, si me quedaba varada, mejor para la comunidad. Iría caminando. Pero no sucedió y llegué a la plaza. Entré al estacionamiento. Segundo inconveniente: no había lugar. Me salí del estacionamiento y dejé mi carro en el Oxxo más cercano. Caminé al banco. Entré y había dos opciones para hacer cola. Opción 1: para realizar un solo trámite. Opción dos: para hacer dos o más trámites. Me formé en la única cola que había: para hacer un trámite. Y me formé ahí porque iba a hacer un solo trámite y porque nadie más estaba formado en la otra cola. Aparte había una sola cajera atendiendo. Ocho personas esperaban turno antes de mí. Tiempo promedio de persona por trámite: 4 minutos. Asumí entonces que pasaría entre 20 y 25 minutos haciendo fila.

De repente llegaron tres personas más que se formaron en el lugar dispuesto para hacer más de dos trámites. La cajera fue intercalando a las personas: una de un solo trámite, otra para hacer más de dos. Me fijé bien y noté que las personas que supuestamente van a hacer dos trámites, hacían sólo uno. ¡Ah, qué chingones!, pensé. Uno lleva aquí parado más de veinte minutos y llegan estos gandayas a hacer una cola más chica porque “supuestamente” van a hacer dos trámites. Y así, la única cajera siguió alternando a los clientes.

Una vez que estuve en la línea que dividía la fila de la ventanilla, detrás del mostrador aparecieron dos cajeros que venían limpiándose las migas de la boca. Eran las 12:30 pm. Yo que sepa nadie come a esas horas, pensé. Estos huevones seguramente se fueron a echar su torta de tamal mientras uno acá está esperando su turno como un imbécil.

Las cajas 2 y 4 abrieron. El joven que se retiraba sendas masillas de los dientes me llamó. Le indiqué cuál era la operación que requería y me dijo: “acá es para hacer dos o más trámites”. A lo que le contesté: “pues eso se supone, pero estas personas (señalé a los gandayas que llegaron más tarde) están formados en la fila de dos trámites y han pasado a la fila de un trámite y los han atendido, gracias a que usted no estaba en su puesto y no ha tenido la decencia ni de lavarse los dientes”.

La concurrencia escuchó mi reclamo y soltó una carcajada. El cajero me miró con odio infinito. Terminó de atenderme y me aventó el recibo de pago.

Antes de salir no aguanté las ganas de pasar al escritorio del gerente para que me explicara los criterios que toman las cajeras cuando en vez de haber una única fila, se forman dos para el mismo propósito. El gerente, para variar, no estaba en su lugar.

Me tuve que tragar mi coraje. Salí disparada hacia el Oxxo donde estaba mi carro. La dependienta del Oxxo ya había llamado a una grúa para retirar mi auto de su estacionamiento. Le expliqué entonces que había tenido un problema. “Por eso dejé acá el auto, señorita. Fueron diez minutos nomás”, dije. La señorita me miró de pies a cabeza y me reprendió: éste no es estacionamiento público. Si quiere permanecer acá, debe comprar algo en la tienda.

No quise pelear con una señorita que, finalmente, estaba haciendo su trabajo. Opté por entrar al Oxxo y surtirme de cigarros y cocas para no tener que salir en un mes de mi casa.

Los amigos del Facebook tienen razón: todos los bancos ofrecen el peor servicio posible. Y aunque yo dije que Banamex era el peor entre lo peores, rectifico. No hay un servicio más chafa y descortés que el de HSBC.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *