Vivimos un estado de descomposición social sin precedentes en la historia reciente de nuestro país; el clima de inseguridad y el malestar de los ciudadanos hacia las autoridades va en incremento.
Esfera Pública
Por: Elías Aguilar / @Elyas_Aguilar
Más cerca que nunca, la in- seguridad y la violencia llegaron a nuestras calles y vidas con los asesinatos de Mara Fernan-da Castilla Miranda y Carlos Muñoz Portal. Ella, joven estudiante de la UPAEP; él, ex alumno de la Udlap.
Tuve oportunidad de ser profesor de Carlos en la carrera de Ciencias de la Comunicación, en materias de Metodología. Siempre soñó trabajar en la industria del cine, y lo había lo- grado en varias producciones estadounidenses en México; con su esfuerzo se ganó buena fama como gerente de locaciones. Por eso Netflix le confió la búsqueda de escenarios para la serie Narcos. Hace una semana partió hacia el Estado de México. Fue encontrado, asesinado, en un camino de terracería.
Mara Fernanda, joven estudiante de Ciencias Políticas, salió a divertirse con sus amigos a un antro de San Andrés Cholula y, justo para regresar segura a su casa, tomó un taxi Cabify que anuncia que sus conducto- res son “elegidos uno a uno con la formación necesaria”, con la facilidad de compartir “tu viaje para que tus amigos sepan dónde estás”. El traslado terminó en violación y asesinato; las pruebas indican que uno de los “elegidos” es un criminal.
Para Carlos y Mara no cupo la indignante versión oficial de “ajuste de cuentas entre bandas de delincuentes” que los gobiernos se apresuran a difundir para hacer creer que la víctima andaba en malos pasos. La tenacidad de la hermana de Mara hizo que a nuestros smartphones llegara su alerta rápidamente y supiéramos de la angustia de una familia como la tuya o la mía.
Pero las autoridades siguen negando la realidad que cada vez es más evidente: que vivimos un estado de descomposición social sin precedentes en la historia reciente en nuestro país. Y esta vez, también, el clima de inseguridad y el malestar de los ciudadanos hacia las autoridades va a incrementarse. Explico por qué.
En primer lugar, nuestro país se ha caracterizado por la baja confianza de la ciudadanía tan- to interpersonal como hacia las autoridades. De acuerdo con el Latinobarómetro, sólo 30% de los mexicanos considera que se puede confiar en la mayoría de las personas. ¿Qué pasa en la mente de esos 30 de cada 100 ciudadanos, sacudidos e indignados por crímenes como los que arrancaron la vida a Mara y a Carlos? Si antes de esto no confiaban, ahora, menos.
El segundo factor es la debilidad de la normatividad social: México es el último lugar en actitud hacia la obediencia de las leyes sin excepciones. Apenas 56% de los mexicanos están de acuerdo con obedecer las leyes sin excepción; en otras palabras, casi la mitad de quienes viven en México cree que puede evadir las leyes. El crimen de Mara muestra cómo un individuo piensa que puede perpetrar delitos graves sin ser sanciona- do, pese a que está consciente de que se encuentra monitoreado. Quien disparó sobre Carlos lo hizo en despoblado; se infiere que tiene la seguridad de que no será castigado. Ambos criminales son ejemplo de las personas que ven las normas sociales y jurídicas como un tema de con- veniencia o sin relevancia.
El tercer factor es el nuevo sis- tema acusatorio penal que, en la percepción de los ciudadanos, protege al infractor y no a la víctima. La gente en general cree que es un sistema engorroso para la persona agredida y con muchas condiciones burocráticas para que se logre castigar a un delincuente, que expone a la víctima a represalias y que las condiciones para proceder han terminado por absolver al infractor.
Estos tres factores: la baja confianza interpersonal e institucional, la debilidad de la normatividad social y jurídica y la incapacidad del nuevo sistema acusatorio vislumbran un futuro poco optimista. ¿Quién va a obedecer las leyes en un entorno en donde la justicia se ve tan lejana? Recuérdese que infringir las normas va desde pasar la luz roja de un semáforo hasta asesinar.
