El evento congregó lo mismo a alumnos de varias universidades  privadas que a ciudadanos y madres en busca de sus hijas

 

Por Osvaldo Valencia 

Desde una tarima frente a la Catedral de Puebla se aprecia a un rector de una universidad herida por la pérdida de una joven que dejó las opciones de profesionalización en Xalapa para venir a Puebla.

Una alumna que eligió la carrera de Ciencias Políticas para ver bajo otra óptica la realidad de “un México corrupto”, dice una joven que fue su compañera.

Una estudiante de sobresalientes calificaciones que le merecieron una beca de excelencia.

Una joven que, sin pensarlo, se convirtió en la voz de aquellas víctimas que han sido calladas por versiones periodísticas que las convierten en culpables.

Una mujer que dejó su ciudad de nacimiento para cursar una licenciatura en un lugar seguro para estudiantes

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Entre la multitud que ensordece las calles, perdida con su silencio está Guadalupe Arellano Tlaseca. Desde hace más de un mes sostiene una manta con la descripción de una joven.

No es la de Mara Fernanda Castilla Miranda, es la de Sarahí Ávila Arellano –su hija–, de 26 años de edad. Una mujer de quien lo último que se supo es que fue vista el 2 de agosto en la colonia Prados Agua Azul. Luego de eso, nada.

Dice que el principal sospechoso de la desaparición es su marido, Rodolfo Celio Gutiérrez. Añade que tuvieron una fuerte discusión a bordo de un vehículo. Que Sarahí se bajó y luego de eso, nada, señaló el padre del sospechoso, Rodolfo Celio Murillo.

Lo repite tres veces para distintos medios de comunicación, cada vez con el tono más cansado para alguien que no ha parado de buscar a su hija desde el 3 de agosto, un día después de que Sarahí dejó de comunicarse con ella.

Refiere que lo único que ha recibido por parte de la Fiscalía General del Estado (F GE)es la respuesta memorizada de “se están realizando las investigaciones correspondientes”, pero luego de eso, lo mismo: nada.

Para estar en una manifestación que exige justicia, Guadalupe
desentona en el lugar, no se detiene a culpar al Estado de su caso. Sólo busca una señal que la ayude a dar con Sarahí.

“Ese es mi objetivo como madre, encontrar a mi hija, es lo único que quiero, dar con su paradero. Si hay culpables, la Fiscalía, con sus investigaciones, hará lo que tenga que hacer, pero yo como madre por eso vengo aquí, para dar con el paradero de mi hija”, dice con la esperanza de encontrarla.

Es el efecto que logró.

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La calles se llenan de un silencio asfixiante para las autoridades. El asesinato de una joven universitaria congregó en un solo movimiento a estudiantes de la UPAEP, Udlap, Ibero, Anáhuac, BUAP y otras más. Casi cinco mil almas.

Las caras largas y las pancartas hablan de la magnitud de la manifestación. En cada una se puede leer “Ni una más”, “Justicia y Paz”, “Ni una más”, “Alto a la Impunidad”, “Ya basta”, “No es una, somos todas”, “Justicia para Mara” y, otra vez “Ni una más”.

Y la justicia la piden para Mara Castilla Miranda.

Para Sarahí Ávila Arellano.

Para Paulina Camargo Limón.

Para Nohemí Guadalupe Espinosa.

Para Patricia Ortega Romero.

Justicia para todas.

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