Lector Curioso
Por: Rebeca Alcaide / @rebeccaalcaide
Los Derechos Humanos con el paso del tiempo han tenido diferentes concepciones y aplicaciones; y esto obedece al contexto social de los pueblos y a sus normas positivas vigentes de su derecho interno. Sin embargo, no podemos dejar de lado que los derechos humanos deben ser un lugar de justicia toda vez que, deriva de un compromiso del Estado para hacer cumplir lo que está consagrado en su contrato social y al mismo tiempo es un acto de conciencia de la sociedad –como individuos que convergen en lo colectivo– para asumir la ética social como propia y elemental del buen funcionamiento en un Estado de Derecho.
En razón de lo anterior, el filósofo, académico y luchador social, Ignacio Ellacuría, consideraba que el respeto a los derechos humanos es una consecuencia del despertar de la conciencia del pueblo y el respeto por parte de los órdenes de gobierno, en sus tres niveles. Por lo tanto, los derechos humanos desde el pensamiento ellacuriano son una construcción bipartita.
Y dicha construcción parte de una conciencia en sí, la cual es el reconocimiento y la autoafirmación del ser humano, que permite dar cabida a la conciencia para sí, la cual es la concatenación de lo que somos y la aplicación misma en el contexto en el que nos movemos, pues al ocuparnos de la dimensión moral de los problemas sociales nos permite generar un lugar para la justicia, ya que tiene un acontecer y un espacio de aplicación, sin embargo, no basta con la conciencia colectiva para la justicia sin la debida legitimidad que se da a través de la consagración y aplicabilidad de los derechos humanos, porque la legitimidad es la capital simbólica de la credibilidad, y un Estado es creíble cuando se respeta su máximo orden jurídico mediante la paz, como reflejo de tranquilidad o quietud de un pueblo.
De tal suerte que, la justicia es el cumplimiento pleno de los Derechos Humanos, mismo que no pueden ocurrir sin la paz; y para ello, se requiere de un despertar de conciencias que nos permita identificar que no hay ser humano sin derechos humanos y que sin derechos humanos no hay humanidad, lo que atiende al supuesto ético impostergable de los valores sociales universales.
